Francisco: “Donde hay demasiado yo, hay poco Dios”

El Papa invita en el Ángelus a ver "si en nosotros, como en el fariseo, existe «la presunción interior de ser justos»" y así caer en la soberbia espiritual

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Redacción Religión

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El Papa ha explicado este domingo, durante el Ángelus, el Evangelio que propone la Liturgia: la parábola del fariseo y del publicado, “es decir, un religioso y un pecador declarado”. Los dos suben a orar al templo, pero de diferente manera: “Solo el publicano se eleva verdaderamente a Dios, porque desciende humildemente a la verdad de sí mismo y se presenta tal como es, sin máscaras, con su pobreza. Podríamos decir, entonces, que la parábola se encuentra entre dos movimientos, expresados por dos verbos: ascender y descender”.

Así, Francisco asegura que el “el orgullo espiritual lleva a creerse bueno y a juzgar a los demás. Y así, sin darte cuenta, adoras a tu propio yo y borras a tu Dios”. Por esta razón, antes del rezo del Ángelus, ha indicado que es necesario cuidarse del narcisismo porque “donde hay demasiado yo, hay poco Dios”.

Subir y descender

Al explicar la parábola con los dos movimientos, ha asegurado que en el “subir” se “expresa la necesidad del corazón de desprenderse de una vida plana para encontrarse con el Señor; de levantarse de las llanuras de nuestro ego para ascender hacia Dios; de recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor”.

Y a la vez, para conseguir esto, la persona necesita descender: “Para ascender hacia Él debemos descender dentro de nosotros mismos: cultivar la sinceridad y la humildad de corazón, que nos permiten mirar con honestidad nuestras fragilidades y nuestra pobreza. En efecto, en la humildad nos hacemos capaces de llevar a Dios, sin fingir, lo que somos, las limitaciones y las heridas, los pecados y las miserias que pesan en nuestro corazón, y de invocar su misericordia para que nos cure y nos levante. Cuanto más descendemos en humildad, más nos eleva Dios”.

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Presunción de los justos

Por último, ha explicado que “el fariseo y el publicano nos conciernen de cerca”, por eso ha invitado a cada uno a verse en ellos. “Veamos si en nosotros, como en el fariseo, existe "la presunción interior de ser justos" que nos lleva a despreciar a los demás. Ocurre, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y enumeramos siempre nuestros méritos y buenas obras, cuando nos preocupamos por aparentar en lugar de ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo”.

“Cuidémonos del narcisismo y del exhibicionismo, basado en la vanagloria, -ha terminado- que también nos lleva a nosotros los cristianos, a nosotros los sacerdotes, a nosotros los obispos, a tener siempre la palabra "yo" en los labios: "yo hice esto, yo escribí aquello, yo dije aquello, yo entendí aquello", etc. Donde hay demasiado yo, hay poco Dios”.