El Papa, en Sudán del Sur: "La mujer es la clave de la transformación, que sea respetada y valorada"

Francisco, Justin Welby e Iaian Greenshields viven en Yuba una etapa hitórica de su 'peregrinación ecuménica' por la paz, escuchando los gritos de los refugiados

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Sara de la Torre

Publicado el - Actualizado

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“Llevo en el corazón el deseo de encontrarlos, de mirarlos a los ojos, de darles la mano y abrazarlos”. Así se ha dirigido el Papa Francisco a los cientos de personas que han participado en el encuentro con los desplazados internos. En Yuba, capital de Sudán del Sur, nación en la que perdura la mayor crisis de refugiados del continente, con al menos cuatro millones de “hijos de esta tierra” que han sido desplazados con inseguridad alimentaria y malnutrición que afectan a dos tercios de la población; y con las previsiones que hablan de una tragedia humanitaria que puede empeorar aún más en el transcurso del año.

La denuncia del Papa

“¿Por qué tantos niños y jóvenes están en un campo de refugiados, en vez de ir a la escuela a estudiar o a un hermoso lugar al aire libre a jugar?”. Tras esta pregunta lanzada por uno de los jóvenes, el Papa ha denunciado “que es precisamente la causa de las devastaciones que produce la violencia humana, además de las que producen las inundaciones, que millones de hermanas y hermanos nuestros, como ustedes, entre los cuales muchísimas madres con sus hijos, tuvieron que dejar sus tierras y abandonar sus aldeas, sus casas”. Y es que, “ser desplazado o refugiado se ha convertido en una experiencia normal y colectiva”.

Un llamamiento por la paz

Francisco ha vuelto a insistir en su clamor por la paz: “Que cese todo conflicto, a retomar seriamente el proceso de paz para que finalicen las agresiones y la gente pueda volver a vivir de manera digna”. “Sólo con la paz – ha recordado – la estabilidad y la justicia podrá haber desarrollo y reintegración social”. Y exclama: “Pero no podemos esperar más. Un gran número de niños nacidos en estos años sólo ha conocido la realidad de los campos para desplazados, olvidando el ambiente del hogar, perdiendo el vínculo con la propia tierra de origen, con las raíces, con las tradiciones”.

No puede haber futuro en los campos para desplazados” ha continuado, pues, como precisa el Papa: “se necesita que todos los jóvenes tengan la posibilidad de ir a la escuela y también el espacio para jugar al fútbol. Es necesario crecer como sociedad abierta, mezclándose, formando un único pueblo atravesando los desafíos de la integración, también aprendiendo las lenguas habladas en todo el país y no sólo en la propia etnia. Es necesario abrazar el maravilloso riesgo de conocer y acoger a quienes son diferentes, para volver a encontrar la belleza de una fraternidad reconciliada y experimentar la aventura impagable de construir libremente el propio futuro junto al de toda la comunidad”. En este sentido, Francisco recuerda que es “absolutamente necesario” “evitar la marginalización de grupos y la segregación de seres humanos”.

Las mujeres son la clave para transformar el país

El Santo Padre ha querido hacer una mención especial al género femenino, recordando que “las mujeres son la clave para transformar el país”. En efecto, “si reciben las oportunidades adecuadas, por medio de su laboriosidad y su actitud de proteger la vida – dice el Papa – tendrán la capacidad de cambiar el rostro de Sudán del Sur y de proporcionarle un desarrollo sereno y cohesionado”. “Les ruego, ruego a todos los habitantes de estas tierras: que la mujer sea protegida, respetada, valorada y honrada. Por favor, protejan, respeten, valoren y honren a cada mujer, niña, adolescente, joven, adulta, madre, abuela. Si no, no habrá futuro”.

El Papa pide a los jóvenes construir una nueva narrativa del encuentro

Frente a los desplazados internos presentes, el Papa les ha asegurado que ellos son la semilla de un nuevo Sudán del Sur, la semilla para un crecimiento fértil y lozano del país. “Ustedes, de las distintas etnias, ustedes que han sufrido y están sufriendo, pero que no quieren responder al mal con otro mal, que eligen desde ahora la fraternidad y el perdón, están cultivando un mañana mejor. Un mañana que nace hoy, allí donde están, de la capacidad de colaborar, de tejer tramas de comunión e itinerarios de reconciliación con quienes, aun siendo de diferentes etnias y procedencias, viven junto a ustedes”. Por tanto, destaca su llamamiento para que sean semillas de esperanza, en las que ya se percibe el árbol que un día, esperemos cercano, dará fruto: “Ustedes serán los árboles que absorberán la contaminación de años de violencia y restituirán el oxígeno de la fraternidad”.

Lo que nos recuerda que una planta nace de una semilla son las raíces. Es hermoso que aquí la gente les dé tanta importancia a sus raíces. He leído que en estas tierras “las raíces nunca se olvidan”, porque “los antepasados nos recuerdan quiénes somos y cuál debe ser nuestro camino. Sin ellos estamos perdidos, temerosos y sin brújula. Sin pasado no hay futuro”. En Sudán del Sur los jóvenes crecen atesorando los relatos de los ancianos y, si bien la narrativa de estos años estuvo caracterizada por la violencia, es posible, más aún, es necesario inaugurar una nueva a partir de ustedes: una nueva narrativa del encuentro, donde lo que se ha sufrido no se olvide, sino que esté habitado por la luz de la fraternidad; una narrativa que ponga en el centro no sólo el dramatismo de la crónica, sino el deseo ardiente de la paz.

Agradecimiento especial a las ayudas humanitarias

Al final de su discurso, el Santo padre ha dirigido unas palabras de agradecimiento a cuantos ayudan a la nación, en concreto a las comunidades eclesiales por sus obras, a los misioneros, a las organizaciones humanitarias e internacionales y en particular a las Naciones Unidas por el gran trabajo que realizan. “Ciertamente, un país no puede sobrevivir con ayudas externas, sobre todo teniendo un territorio tan rico de recursos; pero ahora dichas ayudas son extremadamente necesarias” ha asegurado. Además, no se olvida de “los numerosos trabajadores humanitarios que han perdido la vida” y exhorta “que se respeten las personas que ayudan y las estructuras de apoyo a la población, que no pueden ser objeto de asaltos y vandalismo”. Destaca su llamamiento, que hace “con el corazón en la mano”: “ayudemos a Sudán del Sur, no dejemos sola su población, que tanto ha sufrido y sigue sufriendo”.

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