ÁNGELUS 4 AGOSTO

Francisco pide servir con los bienes recibidos a los otros y presenta una carta escrita a los sacerdotes

A la hora del Ángelus, el Papa Francisco, comenta la parábola de Jesús sobre el "rico necio" .

Papa Francisco

Redacción Religión

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“Los bienes materiales son necesarios para la vida, pero no deben ser el fin de nuestra existencia, sino un medio para vivir honestamente y compartir con los más necesitados”: fue la afirmación del Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical. Ante los fieles romanos y peregrinos congregados en soleada Plaza de San Pedro, el Pontífice reflexionó sobre el pasaje del evangelista Lucas, que relata la actitud de un rico insensato que le pide a Jesús que resuelva una cuestión de herencia familiar.

Cristo, subraya el Papa, "exhorta a estar alejados de la codicia, es decir, de la avidez del poseer", y relata la parábola del rico "que se cree feliz porque ha tenido la fortuna de un año excepcional y se siente seguro de los bienes acumulados". Pero pronto sus proyectos de tranquilidad y bienestar  durante muchos años entran en contraposición con los de Dios.

Lee las palabras del Papa

El Papa invita a “buscar una vida realizada no según el estilo mundano, sino según el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo como Jesús lo amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo”, porque – explica –  “el amor así comprendido y vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda desmesurada de los bienes materiales y de las riquezas es a menudo fuente de inquietud, adversidad, prevaricación y guerra”.

Que la Virgen María, expresa finalmente el Papa, nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio.

Antes de terminar el Papa Francisco ha presentado una carta que ha escrito a los sacerdotes recordando el 160° aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, patrono de todos los párrocos del mundo. Una carta que expresa aliento y cercanía  a los “hermanos presbíteros, que sin hacer ruido, ‘lo dejan todo’ para estar empeñados en el día a día de sus comunidades, a los que trabajan en la ‘trinchera’, a quienes ‘dan la cara’ cotidianamente y sin darse tanta importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado”. 

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