Francisco sueña con una Iglesia "capaz de escucha recíproca, de diálogo y de atención a los más débiles"
El Papa se ha reunido en Budapest con los religiosos y el clero del país a los cuales ha advertido: "Si nos adaptamos a la mundanidad, dejaremos de ser sal de la tierra"
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El Papa Francisco ha empezado este viernes, 28 de abril, su viaje apostólico en Hungría y, tras su primer discurso a las Autoridades, a la Sociedad Civil y al Cuerpo Diplomático, se ha reunido esta tarde con obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, seminaristas y agentes pastorales del país. Un encuentro que ha empezado con el saludo del presidente de la Conferencia Episcopal de Hungría y con cuatro testimonios.
Muy emocionante ha sido el testimonio del sacerdote József Brenner, hermano del beato János Brenner: "Los que vivimos la II Guerra Mundial siempre hemos sido fieles a la Iglesia. Nosotros tuvimos que huir y finalmente sufrimos la persecución del comunismo durante décadas. Soy sacerdote desde hace sesenta y seis años".
El Santo Padre ha recordado su anterior visita al país para el 52º Congreso Eucarístico Internacional: “Fue un momento de mucha gracia, y estoy seguro de que sus frutos espirituales los siguen acompañando”.
El Papa ha advertido a los sacerdotes no encerrarse en “
[…] nos adaptaremos a los vientos cambiantes de la mundanidad y, entonces,
”. Francisco ha alertado de las “dos tentaciones” de las que se tiene que cuidar la Iglesia: “Primero,
, que se alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del pasado, que no sabemos dónde iremos a parar […] y luego, está el otro riesgo,
, que, en cambio,
y que nos hace creer que al fin de cuentas todo está bien,
”.
Contra estas dos tentaciones, existe el Evangelio que, según el Papa, “nos da ojos nuevos, nos da la gracia del discernimiento para entrar en nuestro tiempo con actitud de acogida, pero también con espíritu profético”. También en este país, donde la tradición de la fe permanece firmemente arraigada, el Papa ha alertado sobre “la difusión del secularismo y de cuanto lo acompaña, que a menudo amenaza la integridad y la belleza de la familia, expone a los jóvenes a modelos de vida marcados por el materialismo y el hedonismo, y polariza el debate sobre las nuevas cuestiones y los nuevos desafíos”.
Francisco ha citado Benedicto XVI recordando el encuentro que tuvo en Friburgo de Brisgovia en el año 2011 con los católicos comprometidos en la Iglesia y la sociedad: “Las distintas épocas de secularización vienen en ayuda de la Iglesia porque «han contribuido de modo esencial a su purificación y reforma interior. En efecto, las secularizaciones [...] han significado siempre una profunda liberación de la Iglesia de formas mundanas»”.
Dentro de las dificultades internas que vive la Iglesia, el Papa ha subrayado “la sobrecarga de trabajo de los sacerdotes […] por una parte, las exigencias de la vida parroquial y pastoral son numerosas, pero, por otra, las vocaciones disminuyen y los sacerdotes son pocos, a menudo de edad avanzada y presenta algunos signos de cansancio. Se trata de una condición común a muchas realidades europeas, respecto a la cual es importante que todos — pastores y laicos — se sientan corresponsables; ante todo en la oración, porque las respuestas vienen del Señor y no del mundo; del Sagrario y no del ordenador. Y luego, en la pasión por la pastoral vocacional, buscando el modo de ofrecer con entusiasmo a los jóvenes la fascinación de seguir a Jesús también en la especial consagración”.
Francisco ha aprovechado este encuentro con los obispos y los sacerdotes para recordar el Sínodo que está viviendo toda la Iglesia Universal: “No hay que conformarse con repetir el pasado y no tengamos miedo a reconfigurar la parroquia en el territorio […] hay que hacer de la evangelización una prioridad e iniciar una colaboración activa entre sacerdote, catequistas, agentes de pastoral y profesores […] busquen las formas posibles para colaborar con alegría en la causa del Evangelio”.
“Causa tristeza cuando nos dividimos porque, en vez de jugar en equipo, jugamos al juego del enemigo: obispos desconectados entre sí, sacerdotes en tensión con el obispo, sacerdotes mayores en conflicto con los más jóvenes, diocesanos con religiosos, presbíteros con laicos, latinos con griegos; nos polarizamos en temas que afectan a la vida de la Iglesia, pero también en aspectos políticos y sociales, atrincherándonos en posiciones ideológicas”, ha lamentado Francisco.
En este segundo encuentro en Budapest, el Papa ha pedido a los sacerdotes tener “una mirada misericordiosa, un corazón compasivo, que perdona siempre, siempre, que ayuda a recomenzar, que acoge y no juzga, anima y no critica, sirve y no murmura”. Recordando el testimonio de san Martín y de san Esteban, Francisco ha pedido que la Iglesia “sea capaz de escucha recíproca, de diálogo, de atención a los más débiles; acogedora para con todos y valiente para llevar a cada uno la profecía del Evangelio”.
Al final del discurso, Francisco ha querido recordar al cardenal Mindszenty: “Creía en el poder de la oración, hasta el punto de que aún hoy, casi como un dicho popular, se repite aquí: “Si hay un millón de húngaros rezando, no temeré al futuro”. Sean acogedores, sean testigos de la profecía del Evangelio, pero sobre todo sean mujeres y hombres de oración, porque la historia y el futuro dependen de ello. Les doy las gracias por su fe y su fidelidad, por todo lo bueno que tienen y que hacen”.