"Si nosotros no escuchamos a los indigentes y no damos voz a quien no la tiene, ¿quién lo hará?"
El Papa clausura el Foro de Bahréin para el diálogo asegurando que los desafíos son la oración, la educación y las fuerzas del hombre
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“El Creador nos invita a actuar, especialmente en favor de tantas de sus criaturas que todavía no encuentran suficiente espacio en las agendas de los poderosos: pobres, niños por nacer, ancianos, enfermos, migrantes”. Son palabras del Papa Francisco este viernes en la clausura del Foro de “Bahréin para el Diálogo: Oriente y Occidente por la Convivencia Humana”, en la Plaza Al-Fida' de Awali.
Ante los reyes, el Gran Imán de Al-Azhar, Al-Tayyeb; el patriarca ecuménico Bartolomé, y otras autoridades religiosas y civiles, el Pontífice ha expresado; “Si nosotros, que creemos en el Dios de la misericordia, no escuchamos a los indigentes y no damos voz a quien no la tiene, ¿quién lo hará? Estemos de su parte, esforcémonos por socorrer al hombre herido y probado; obrando de este modo, atraeremos la bendición del Altísimo sobre el mundo”.
Los dos mares
El discurso del Papa Francisco se ha desarrollado a través de lo que evoca la palabra Bahréin: “dos mares”, que se pueden referir “a las aguas dulces de sus fuentes submarinas y a las aguas saladas del Golfo”. Así, siguiendo la analogía, ha indicado que “hoy nos encontramos ante dos mares de sabor opuesto: por una parte, el mar calmo y dulce de la convivencia común; por otra, el mar amargo de la indiferencia, ensombrecido por conflictos y agitado por vientos de guerra, con sus olas destructoras cada vez más turbulentas, que amenazan con arrastrarnos a todos. Y, lamentablemente, Oriente y Occidente se asemejan cada vez más a dos mares contrapuestos”.
Sin embargo, ha recalcado que quienes están en el Foro “queremos navegar en el mismo mar, eligiendo la ruta del encuentro y no la del conflicto, la vía del diálogo indicada por este Foro: «Oriente y Occidente por la convivencia humana»”.
Navegar juntos
Tras enumerar los conflictos que hacen tambalear al mundo, ha llamado la atención que mientras la mayoría de las personas están unidas por las mismas dificultades, con las mismas crisis alimentarias, ecológicas y pandémicas, “algunos poderosos se concentran en una lucha decidida por intereses particulares, desenterrando lenguajes obsoletos, redefiniendo zonas de influencia y bloques contrapuestos”. Ha recalcado: “En el jardín de la humanidad, en vez de cuidar del conjunto, se juega con fuego, misiles y bombas, con armas que provocan llanto y muerte, llenando la casa común de cenizas y odio”.
Por eso, con palabras claras y contundentes, firmes y fuertes, ha vuelto a la imagen de la barca y de remar juntos: “En un mundo globalizado solo salimos adelante remando juntos; en cambio, si navegamos solos, vamos a la deriva”.
Por eso, el Papa ha querido poner en el centro el Documento sobre Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común y la Declaración del Reino de Bahréin, queriendo destacar tres desafíos que se refieren a la oración, la educación y la acción.
La oración
Sobre la oración ha expresado que “es fundamental para purificarnos del egoísmo, de la cerrazón y de la autorreferencialidad, de las falsedades y de la injusticia”. “El que reza recibe la paz en el corazón y no puede sino ser su testigo y mensajero (…). El hombre religioso, el hombre de paz es aquel que, caminando con los otros en el mundo, los invita, con dulzura y respeto, a elevar la mirada al cielo”. Pero para ello la premisa es la libertad religiosa, rechazando la rigidez, la cerrazón y la violencia.
La educación
El segundo desafío se refiere a la mente del hombre: la educación. “Si la ignorancia es enemiga de la paz, la educación es amiga del desarrollo, siempre que sea una instrucción realmente digna del hombre, ser dinámico y relacional; por lo que no debe ser rígida y monolítica, sino abierta a los desafíos y sensible a los cambios culturales; no autorreferencial y aislante, sino atenta a la historia y a la cultura de los demás; no estática sino inquisitiva, para abrazar aspectos diversos y esenciales de la única humanidad a la que pertenecemos”, ha explicado el Santo Padre ante la mirada atenta de los participantes en el Foro.
Tres son las emergencias educativas que ha señalado: el reconocimiento de la mujer en el ámbito público, la protección de los derechos fundamentales de los niños y la educación a la ciudadanía.
Las fuerzas del hombre
El tercer desafío es el que concierne a la acción: las fuerzas del hombre. Su idea clave es que el hombre religioso rechaza sin ningún pretexto el odio, la violencia y la discordia. Pero también ha indicado que “no basta decir que una religión es pacífica, es necesario condenar y aislar a los violentos que abusan de su nombre. Y ni siquiera es suficiente tomar distancia de la intolerancia y del extremismo, es preciso actuar en sentido contrario”. Así ha recordado la petición del Documento sobre la Fraternidad humana que pide interrumpir el suministro de dinero, armas, planes o justificaciones a movimientos terroristas.
“El hombre religioso, el hombre de paz, se opone también a la carrera armamentística, al negocio de la guerra, al mercado de la muerte. No apoya “alianzas contra alguien”, sino caminos de encuentro con todos; sin ceder a relativismos o sincretismos de ningún tipo, sigue una sola senda, la de la fraternidad, el diálogo y la paz”.
Por tanto, su petición ha sido contundente: “Encontrémonos por el bien del hombre y en nombre de Aquel que ama al hombre, cuyo Nombre es Paz. Promovamos iniciativas concretas para que el camino de las grandes religiones sea cada vez más efectivo y constante, ¡que sea conciencia de paz para el mundo!”.
Al final del discurso, el Papa ha firmado en