El Papa Francisco, en la Audiencia General: "El Espíritu Santo trasforma los corazones y guía a la Iglesia"
El Santo Padre ha continuado con el comentario de la Carta a los Gálatas de San Pablo y ha recordado que la Iglesia "no es únicamente un elenco de mandatos y preceptos"
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El Papa Francisco recordó en la catequesis de la Audiencia General de este miércoles, 27 de octubre, en el Aula Pablo VI del Vaticano que es el Espíritu Santo “quien guía a la Iglesia, y nosotros estamos llamados a obedecer su acción, que extiende dónde y cómo quiere”.
En su enseñanza, el Pontífice continuó con el comentario de la Carta a los Gálatas de San Pablo. Francisco señaló que, al igual que los gálatas, también hoy “muchos buscan la certeza religiosa antes que al Dios vivo y verdadero, centrándose en rituales y preceptos en lugar de abrazar al Dios del amor con todo su ser”. “Esta es la tentación de los nuevos fundamentalistas, aquellos a los que parece que les da miedo avanzar por el camino y van hacia atrás porque se sienten más seguros. Buscan la seguridad de Dios y no al Dios de la seguridad”.
"Hagamos nuestros los consejos de Pablo: pongámonos ante Cristo Crucificado, partamos de nuevo de Él"
Por eso, “Pablo pide a los gálatas que vuelvan a lo esencial, a Dios que nos da la vida en Cristo crucificado”. Para prevenir esa tentación, el Santo Padre propuso que cuando “perdemos el hilo de la vida espiritual, si mil problemas y pensamientos nos acosan, hagamos nuestros los consejos de Pablo: pongámonos ante Cristo Crucificado, partamos de nuevo de Él”.
“Tomemos el Crucifijo entre las manos, apretémoslo sobre el corazón. O detengámonos en adoración ante la Eucaristía, donde Jesús es el Pan partido por nosotros, el Crucificado resucitado, el poder de Dios que derrama su amor en nuestros corazones”. Explicó que “el Espíritu, que brota de la Pascua de Jesús, es el principio de la vida espiritual. Es Él quien cambia el corazón: ¡no nuestras obras, sino la acción del Espíritu Santo en nosotros!”.
"Quienes se acercan a la Iglesia tienen la impresión de encontrarse ante una densa masa de mandatos y preceptos"
Por el contrario, “aquellos que encuentran la seguridad del pequeño grupo de cosas claras, como entonces…, viven como entonces, se alejan del Espíritu, no dejan que el Espíritu entre en ellos”.
“A veces”, lamentó el Papa, “quienes se acercan a la Iglesia tienen la impresión de encontrarse ante una densa masa de mandatos y preceptos. No, eso no es la Iglesia. Eso puede ser cualquier asociación. Pero, en realidad, no se puede captar la belleza de la fe en Jesucristo partiendo de demasiados mandamientos y de una visión moral que, desarrollándose en muchas corrientes, puede hacernos olvidar la fecundidad original del amor, nutrido de oración que da la paz y de testimonio alegre”. Del mismo modo, “la vida del Espíritu expresada en los sacramentos no puede ser sofocada por una burocracia que impida el acceso a la gracia del Espíritu, autor de la conversión del corazón”.
La carne frente al Espíritu
En su catequesis, el Papa explicó la contraposición que el apóstol Pablo hace en la Carta a los Gálatas entre “las obras de la carne”, por un lado, y “el fruto del Espíritu”. En ese sentido, el Pontífice explicó que las obras de la carne “son comportamientos contrarios al Espíritu de Dios”.
“Carne es una palabra que indica al hombre en su dimensión terrenal, cerrado en sí mismo, en una vida horizontal, donde se siguen los instintos mundanos y se cierra la puerta al Espíritu, que nos eleva y nos abre a Dios y a los demás”, indicó.
También, “la carne nos recuerda que todo esto envejece y pasa, se pudre, mientras que el Espíritu da vida. Pablo enumera, por lo tanto, las obras de la carne, que se refieren al uso egoísta de la sexualidad, a las prácticas mágicas que son idolatría y a lo que socava las relaciones interpersonales, como discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias…”.
"Sólo este Amor tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre"
Todo esto “es el fruto de la carne, de un comportamiento enfermamente humano, porque cada uno tiene sus valores, pero esto es enfermamente humano”, aseguró Francisco. En cambio, “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Los cristianos, que en el bautismo se han revestido de Cristo, están llamados a vivir así”.
Por tanto, “tenemos la gran responsabilidad de anunciar a Cristo crucificado y resucitado, animados por el soplo del Espíritu de amor. Porque sólo este Amor tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre”, concluyó el Papa Francisco su catequesis.