El Papa Francisco califica de "héroes" a los padres de familias "que escapan del hambre y las guerras"
El Pontífice reconoce que la pandemia ha dificultado la capacidad de tomar decisiones sobre nuestra propia vida: Nuestros jóvenes muy a menudo tienen miedo de decidir"
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El Papa Francisco reconoce que la pandemia ha dificultado la capacidad de tomar decisiones sobre nuestra propia vida: “Nuestros jóvenes muy a menudo tienen miedo de decidir, de elegir, de ponerse en juego”, ha manifestado en una entrevista concedida a los medios de comunicación del Vaticano que se ha publicado este jueves, 13 de enero.
“Una Iglesia es tal no solo cuando dice sí o no, sino sobre todo cuando anima y hace posible las grandes elecciones. Y cada elección siempre tiene consecuencias y riesgos, pero a veces por el miedo a las consecuencias y a los riesgos permanecemos paralizados y no somos capaces de hacer nada ni de elegir nada”, ha añadido el obispo de Roma.
El Santo Padre ha hecho referencia durante la conversación a la paternidad y al testimonio de San José, cuando apenas se ha cumplido algo más de un mes desde que concluyera el año dedicado al padre de Jesús. En este sentido, ha expresado que “un verdadero padre no te dice que irá siempre todo bien, sino que incluso si te encontrarás en la situación en la que las cosas no irán bien podrás afrontar y vivir con dignidad también esos momentos, también esos fracasos. Una persona madura se reconoce no en las victorias sino en el modo en el que sabe vivir un fracaso. Es precisamente en la experiencia de la caída y de la debilidad como se reconoce el carácter de una persona”.
La pandemia ha dejado en la estacada a millones de familias como consecuencia de la pérdida de trabajo de los padres y madres de familia. Francisco se ha mostrado durante la entrevista muy cercano a este drama, pero también al de las familias inmigrantes que se sienten en muchos casos rechazados por el Primer Mundo. A todos ellos, el Papa los califica como héroes.
“No creo que sea un sufrimiento fácil de afrontar el de no conseguir dar el pan a los propios hijos y de sentirse encima la responsabilidad de la vida de los demás. En este sentido, mi oración, mi cercanía, y también todo el apoyo de la Iglesia es para estas personas, para estos últimos. Pero pienso también en tantos padres, en tantas madres, en tantas familias que escapan de las guerras, que son rechazadas en los confines de Europa y no solo y que viven situaciones de dolor, de injusticia, y que nadie toma en serio o ignora deliberadamente. Quisiera decir a estos padres, a estas madres, que para mí son héroes porque encuentro en ellos el coraje de quien arriesga su propia vida por amor a sus hijos, por amor a su familia”.
En multitud de ocasiones, el Pontífice ha denunciado que la paternidad hoy está en crisis. Un mal del que la Iglesia, sostiene, no puede ser indiferente: “Creo que deberemos tener el valor de decir que la Iglesia no debería ser solo materna sino también paterna. Es decir, está llamada a ejercer un ministerio paterno no paternalístico. Y cuando digo que la Iglesia debe recuperar este aspecto paterno me refiero precisamente a la capacidad paterna de colocar a los hijos en condiciones de asumir las propias responsabilidades, de ejercer la propia libertad, de hacer elecciones. Si por un lado la misericordia nos sana, nos cura, nos consuela, nos anima, por el otro lado el amor de Dios no se limita simplemente a perdonar, a sanar, sino que el amor de Dios nos empuja a tomar decisiones, a despegar”, ha subrayado.
Preguntado si los sacerdotes pueden ser padres espirituales, advierte que deben aprender a serlo de manera progresiva “a partir sobre todo del hecho de reconocerse hijo de Dios, pero también hijo de la Iglesia. Y la Iglesia no es un concepto abstracto, es siempre el rostro de alguien, una situación concreta, algo a lo que podemos dar un nombre bien preciso. Nuestra fe cristiana no es algo que siempre hemos recibido a través de una relación con alguien. La fe cristiana no es algo que se pueda aprender en los libros o en un simple razonamiento, sino que es siempre un pasaje existencial que pasa por las relaciones. Así, nuestra experiencia de fe surge siempre del testimonio de alguien. Por tanto, debemos preguntarnos cómo vivimos nuestra gratitud hacia estas personas y, sobre todo, si conservamos la capacidad crítica de saber distinguir lo que no es bueno que ha pasado a través de ellas”.