El Papa Francisco desvela cómo vivió personalmente el periodo de confinamiento: "Como hablar a fantasmas"

En una entrevista concedida a la revista «Il Mio Papa», el Pontifice recalca que de la crisis saldremos "mejores o peores" dependiendo de las decisiones que adoptemos

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Vatican News

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El Papa Francisco ha concedido una entrevista a la directora de la revista «Il Mio Papa», Carmen Magallón, en la que ha hablado sobre los temas clave de la crisis sanitaria generada por la pandemia del coronavirus y que ha afectado a millones de personas en todo el mundo.

La pandemia está cambiando el mundo y nos puso en crisis, ha afirmado Francisco; sin embargo, ha insistido en que “de una crisis no se sale igual. O salimos mejores o salimos peores. Y el modo en que salgamos depende de las decisiones que tomemos durante la crisis”.

El Papa ha devuelto la pregunta a la humanidad: ¿cuál será el modo de vida que le dejaremos a la futura generación? Se trata de dejar de pensar sólo en nosotros mismos o en nuestro presente y levantar la mirada al futuro en perspectiva de humanidad que quiere permanecer en el tiempo como parte de la creación. “Debemos hacernos cargo del futuro, de preparar la tierra para que otros la trabajen. Y esta es la cultura que tenemos que elaborar en la pandemia, según este gran principio que de una crisis no se sale igual. Salimos peor o mejor; pero nunca iguales”.

Papa Francisco

Valorar los pequeños y grandes gestos de las personas

Cuestionado sobre ¿cómo afrontar el duelo de las víctimas de la pandemia?, Francisco ha valorado todos los pequeños y grandes gestos que tantas personas en el mundo han tenido para con sus semejantes: “Y ¿cómo se afronta ese duelo? - ha cuestionado el Santo Padre- Solamente intentando ser cercanos (…) Es el momento del silencio, de la cercanía y de hacer lo posible para estar juntos”.

“Los santos de la puerta de al lado son tantos”, ha explicado el Papa refiriéndose a todas las personas que han dado su vida sirviendo a quienes los necesitan. Estas gentes, "no se quisieron "zafar" sino que enfrentaron los problemas y buscaron soluciones prácticas a los mismos. Y Dios entiende ese lenguaje y lo hace suyo".

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La cultura del descarte

Un hecho fundamental para Francisco es que nuestro compromiso con la vida no se reduce a la salud, sino que continúa en la preocupación por los descartados, por lo que expulsa el sistema, por los que no tienen trabajo. Por eso ha hablado de que estamos ante “el gran desafío social” que pone ante nuestros ojos cómo “la cultura del descarte ha impregnado nuestra manera de relacionarnos”.

Por esta razón, no podemos continuar con el mismo sistema económico que tiene entre sus fundamentos la injusticia. “La pandemia - ha afirmado el Papa - nos hizo visualizar como nos habíamos acostumbrado a ese clima del descarte: el descarte de los viejos, el descarte de los pobres, el descarte de los chicos, de los chicos no nacidos”, y ante esto, nos invita a recordar que toda vida vale y merece ser defendida y respetada.

Para el Papa, como sociedad debemos enfrentar con valentía la cultura del descarte: “Esa cultura que nos amenaza continuamente. Vivir descartando lo que nos molesta, lo que nos sobra, lo que nos impide tener más y más. Y contra esa cultura del descarte, vivir la cultura del recibir, del acoger, de la cercanía, de la fraternidad. Hoy día más que nunca se nos pide fraternidad, ir al encuentro del otro, del más débil y vulnerable para cuidarlo, para sentirnos responsables de él o de ella, porque no tiene los mismos recursos que los demás”.

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El tiempo del confinamiento en el Vaticano

Al respecto, Carmen Magallón ha preguntado al Pontífice sobre lo que ocurrió en su corazón el pasado 27 de marzo en la Plaza de San Pedro. Francisco ha respondido que en un primer momento tuvo temor de resbalar al subir la escalera, sin embargo, “Mi corazón estaba en todo el Pueblo de Dios que sufría, en una humanidad que tenía que soportar esta pandemia y que, por otro lado, que tuviera el coraje de caminar. Subí las escaleras rezando, recé todo el tiempo, y me fui rezando. Así viví ese 27 de marzo”.

Las Audiencias generales sin fieles fueron un momento difícil para el Papa: “Era como estar hablando a fantasmas” y “suplí muchas de estas ausencias físicas con el teléfono y cartas. Eso me ayudó bastante a medir el pulso de cómo estaban viviendo esto las familias y comunidades”.

Por otra parte, Francisco ha afirmado que no hay receta para salir de la crisis, pero el camino lo encontraremos si cambiamos de paradigma económico: “empezar por las periferias (…) por la dignidad de las personas” y ha añadido: “Hablé de las periferias, pero también tenemos que incluir la casa común, que es el mundo, el cuidado del universo”.

En esta vía, Francisco ha ubicado la encíclica recién publicada, “Fratelli tutti”, la fraternidad humana como una de las claves para construir el futuro. En este sentido también habla de la distribución de la vacuna contra el coronavirus, de la que ha afirmado: “La vacuna no puede ser propiedad del país del laboratorio que la encontró o de un grupo de países que se alían para esto (…) La vacuna es patrimonio de la humanidad, de toda la humanidad, es universal; porque la salud de nuestros pueblos, como la pandemia nos enseña, es patrimonio común, pertenece al bien común… y ese debe ser el criterio”.

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El tema de los migrantes

Asimismo, cuestionado sobre el tema de los migrantes, el Papa ha contestado con firmeza: “Respecto de los migrantes, tenemos que hacernos cargo. El migrante sale de su patria porque busca nuevos horizontes, porque escapa por hambre o por guerra. Basta pensar en Siria…” y ha añadido: “Si no nos hacemos cargo de los migrantes perdemos gran parte de la humanidad, de la cultura que ellos representan”.

Hablando sobre el mismo tema, el Santo Padre ha llamado a la sinceridad y a que reconozcamos el aporte que gentes venidas de otros países han hecho durante este tiempo de confinamiento: “Durante el período de confinamiento eran muchos migrantes quienes se exponían trabajando la tierra, manteniendo limpia la ciudad, continuando múltiples servicios. Es doloroso constatar cómo no se los reconoce y valora y se aprovecha un hecho lejano o perdido para desacreditar a tantas personas que con su trabajo sostuvieron a nuestro pueblo”.

Francisco ha ido más lejos en su argumento al invitarnos a adentrarnos en las causas de las migraciones, en el caso del Líbano o de Siria: “son familias enteras que escapan de una guerra que no se entiende. ¿Nuestros países pueden mantenerse neutrales ante esta dolorosa situación?”.

El Pontífice ha puesto en evidencia y ha valorizado el hecho de que “hay sacerdotes, religiosos, laicos, religiosas, obispos que se rompen el alma para lograr esto. Hay ejemplos muy hermosos que están abriendo camino”. En este contexto, el Papa ha expresado su esperanza en toda la humanidad: “La humanidad es capaz de reaccionar, especialmente las periferias, si se organizan. Y la cultura de los pueblos. Me gusta pensar en el alma de los pueblos, en esa reserva espiritual que les permite siempre salir adelante”.

Igualmente, el Papa ha recordado a pueblos que son perseguidos, los yizadíes y los rohingyas, por ejemplo, de los que ha afirmado que son pueblos sufrientes, perseguidos. “Entonces, hay que ir a esos pueblos que sufren y, mientras no se haga cargo la humanidad entera de esto, no hay esperanza. Esperanza de la periferia, de los más separados”. Preguntado sobre su relación con las redes sociales como instrumento de evangelización, ha contestado: “les tenía alergia (…) Así que diviértase un poquito con este fracaso de mi alergia”.

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500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola

Para Francisco, no existe división entre lo que ocurre a los seres humanos y lo que sucede en el planeta que habitamos. Somos una sola unidad. “Está cambiando el clima, perdemos oportunidades (…) no podemos jugar con el mar, con el universo. Lo tenemos que cuidar”.

Finalmente, en el contexto de los 500 años de la conversión de san Ignacio de Loyola, el Santo Padre ha expresado sus deseos de ir a Manresa, sitio donde Ignacio inició su camino de conversión. “Creo que la conversión de San Ignacio es también un reencuentro con el corazón y puede invitarnos a reflexionar en nuestra conversión personal, en pedir el don de la conversión para más amar y servir al estilo de Jesucristo”

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