¿Por qué cada 8 de julio el Papa celebra una misa por los inmigrantes que mueren en el mar?
El 8 de julio de 2020 se celebra el VII aniversario del viaje del Papa Francisco a la isla de Lampedusa, el primero de su pontificado
Roma - Publicado el - Actualizado
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Aunque en el mes de julio el Papa Francisco reduce su agenda para poder descansar sin salir del Vaticano, una de las citas a las que nunca falta es a la celebración de una Misa en recuerdo de todas las personas que fallecen huyendo de sus casas y de su tierra por guerras y hambre, muchos de ellos explotados por los traficantes de seres humanos. Este año, por las circunstancias de seguridad derivadas de la pandemia, la Misa no será en San Pedro, sino en Santa Marta, el lugar donde reside, y será retransmitida a todo el mundo.
La razón es clara. Hace siete años Francisco escogió la pequeña isla de Lampedusa, frente a las costas de Túnez y Libia, para poner el foco en “los últimos”, los inmigrantes que llegaban en barcos abarrotados de gente exhausta y sobre todo para recordar a los millares de personas, que han muerto en el intento de llegar a Europa.
En aquel viaje el Papa lanzó al mundo la pregunta que hizo Dios en el Génesis: “Caín, ¿Dónde está tu hermano?”, pues se ha llegado a “toda una cadena de errores que es una cadena de muerte que derrama la sangre del hermano”.
Fue también en aquel primer viaje a Lampedusa donde se escuchó a Francisco hablar de la “globalización de la indiferencia”: “nadie se siente responsable de la tragedia de las pateras. La cultura del bienestar nos hace insensibles, nos hace vivir en pompas de jabón, que lleva a la indiferencia respecto a los demás. ¡Hemos caído en la globalización de la indiferencia!”.
En aquel viaje el Papa recorrió varias zonas del puerto de Lampedusa, convertidas en cementerio de barcos y celebró Misa en un altar instalado sobre un bote de remos. Presidió la ceremonia una cruz procesional de madera hecha con restos de barcos de inmigrantes, y utilizó un cáliz del mismo material, con revestimiento de plata por dentro, realizado por un artesano de Lampedusa.
En años anteriores a esta Misa, que se celebraba en la Basílica de San Pedro asistían tanto los inmigrantes como las personas e instituciones que los ayudan, pero en esta ocasión, al tener lugar en la capilla de Santa Marta, con espacio reducido, sólo estarán presentes trabajadores de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
La carta del alcalde de Lampedusa que conmovió a Francisco
A los pocos meses de ser elegido Papa, Francisco recibió una carta del párroco de la isla de Lampedusa en la que le relataba el sufrimiento de todos los que habían llegado a la isla en los últimos años: estaban hacinados en recintos de emergencia junto a las playas, no tenían nada que hacer durante el día y ni las autoridades ni los voluntarios daban abasto para atenderlos.
El Papa acababa de leer en la prensa italiana que se había producido un nuevo naufragio en aguas de Lampedusa. Se quedó impactado al enterarse de que, en medio de la indiferencia general, una decena de inmigrantes murieron ahogados tras intentar salvarse agarrándose a una red de pesca. Por esto decidió que su primer viaje como papa sería precisamente a Lampedusa.
Meses después de este viaje, una barcaza con unos 500 inmigrantes a bordo -entre ellos muchos niños y mujeres embarazadas- empezó a hundirse a media milla de Lampedusa. Al estar tan cerca de la costa, decidieron encender fuego para atraer la atención de otras naves. No se dieron cuenta de que el fondo de la barca estaba lleno de gasolina y en pocos segundos quedó envuelto en llamas. Muchos se lanzaron al agua gritando mientras el barco volcaba. Tan sólo 150 consiguieron salvarse y se recuperaron 200 cadáveres y lo peor es que algunos supervivientes contaron después que al menos tres barcos de pesca pasaron cerca, sin detenerse a ofrecerles auxilio. Ante esa tragedia, Francisco no pudo más y el mundo entero le escuchó pronunciar la palabra “vergüenza” con una fuerza y dolor que aún hoy -cuando se escucha-, no deja a nadie indiferente: "Sólo me viene a la cabeza la palabra vergüenza, es una vergüenza".