¿Por qué el Papa acostumbra celebrar los Oficios del Jueves Santo en las cárceles?

Este Jueves Santo Francisco lavará los pies a las internas de la cárcel de mujeres de Rebbibia y pasará un rato junto a ellas

El Papa Francisco visita una cárcel en la jornada del Jueves Santo

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

En su primera Semana Santa como pontífice, la de 2013, Francisco sorprendió al mundo acudiendo a celebrar los Oficios del Jueves Santo en un centro penitenciario para menores de Casal di Marmo, donde lavó los pies a doce de los internos incluida una joven musulmana.

En años sucesivos continuó repitiendo ese gesto en distintas cárceles, como la gigantesca cárcel de Rebibbia de Roma, a la que regresa este año, el centro de prisión preventiva de Regina Coeli, también en Roma; y ya fuera de la ciudad eterna acudió a las de Paliano, Velletri y Civitavecchia, una prisión que Juan Pablo II ya había visitado en 1987.

Será la octava ocasión en la que durante su pontificado celebra el Jueves Santo en centros penitenciarios, pero también lo ha hecho en un centro de ayuda a personas con discapacidad y en otro de acogida de emigrantes.

Este Jueves Santo Francisco lavará los pies a las internas de la cárcel de mujeres de Rebbibia y pasará un rato junto a ellas, además de encontrarse con funcionarios y responsables de la cárcel.

Normalmente apenas vemos imágenes de estas visitas porque el Papa desea expresamente que se conviertan en un encuentro privado para proteger la intimidad de los detenidos.

El Papa Francisco y las visitas a las cárceles

Desde sus tiempos como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio vincula esta ceremonia del Jueves Santo con un lugar ligado a la dignidad de las personas. En Argentina acostumbraba acudir ese día a hospitales o a repartos de maternidad y también a cárceles, un lugar que visitaba frecuentemente cuando los capellanes requerían su presencia.

Hay una conexión muy estrecha entre el Papa Francisco y las personas que cumplen condenas en la cárcel. El mismo ha asegurado en distintas circunstancias que no puede evitar conmoverse cada vez que entra en una prisión o tiene la oportunidad de conversar con los reclusos.

En su viaje a México, el Papa Francisco celebró el Jubileo de la Misericordia con 700 presos del Centro de Readaptación Social estatal número 3 en Ciudad Juárez, donde se encuentran encarceladas 3.000 personas. Allí se le escuchó por primera vez la pregunta que suele hacerse cuando atraviesa las puertas de un centro penitenciario: “¿Por qué ellos y yo no? ¿merezco yo más que un preso para no estar allí?, ¿por qué él ha caído y yo no? Es un misterio que me acerca a ellos”. “Hablo desde la experiencia de pastor…quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”

En sus numerosos encuentros con presos o en las visitas a las cárceles, el Papa ha repetido que la reinserción “no comienza acá en estas paredes, sino que comienza antes, comienza “afuera”, en las calles de la ciudad”.

Llamadas de teléfono a presos de Buenos Aires

El propio Papa Francisco desveló esta costumbre en un discurso a los capellanes de las prisiones italianas, a quienes pidió que ayudaran a los presos “para que no se desanimen, a que no se encierren en sí mismos, porque el Señor está cerca de ellos, no se queda fuera de las cárceles, sino que está dentro de sus celdas”… “Ninguna celda está tan aislada como para excluir al Señor, su amor paterno y materno llega a todos los lados”.

En aquella ocasión el Papa se refirió a las cartas que recibe de presos a los que solía visitar siendo arzobispo de Buenos Aires. “Desde Santa Marta cada vez que llamo a alguno de aquéllos de Buenos Aires que conozco, que están en la cárcel, un domingo, y tengo una charla, después, cuando termino, pienso: ¿Por qué él está allí y yo no, que tengo tantos y más méritos que él para estar allí? Y esto me hace bien”.

Una de las primeras cárceles que visitó en sus viajes internacionales fue la de Santa Cruz-Palmasola en Bolivia. A las 4.000 personas que vivían hacinadas en la prisión más violenta del país les dijo: “No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselos, sí quiero compartirlo: Jesucristo, la misericordia del Padre” “¿Quién está ante ustedes? ….El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. Y así es como me presento”.

Durante su viaje a Milán, el papa dedicó nada menos que tres horas de su intensa agenda a visitar la gigantesca cárcel de San Vittore. Estuvo charlando con los presos comunes, pero también visitó una galería de protección especial que custodia a policías, transexuales y pedófilos para protegerles de agresiones por otros internos. El motivo de ir a verlos -les confesó Francisco-, era seguir el consejo de Jesús cuando dijo: “Estaba en la cárcel y vinisteis a visitarme. Vosotros sois para mí Jesús, sois mis hermanos. El Señor os ama tanto como a mí. Somos hermanos pecadores”.

En la prisión de Nápoles se quedó a comer con 120 reclusos. En aquella comida compartida se mezclaba incredulidad, admiración y agradecimiento por parte de los detenidos, quienes no terminaban de creerse que estaban compartiendo el rancho diario con el papa. Antes de almorzar, Francisco había querido dejarles algo muy claro: “Aunque nos hayamos equivocado, el Señor no se cansa de indicarnos el camino de regreso y del encuentro con Él. Nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni siquiera las barras de una cárcel".

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