Una Champions a la Almudena
La tradicional ofrenda de los títulos a la patrona de Madrid tiene una lectura extradeportiva: la Virgen derriba muros.
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Real Madrid y Atlético de Madrid han sellado estos días su clasificación para los octavos de final de la UEFA Champions League. Hay que ir partido a partido, pero es un paso importante en un camino que podría llevarlos a disputar el trono del fútbol continental, en el estadio Wanda Metropolitano, el próximo 1 de junio. Si alguno de los dos llega a la final de Madrid y se alza con el título, es probable que después visite a santa María la Real de la Almudena.
El año pasado el Atlético de Madrid ofreció la UEFA Europa League y la Liga Femenina a la patrona de todos los madrileños, mientras que el Real Madrid hizo lo propio con la decimotercera Champions de su historia. Filias aparte, para los que trabajamos en la comunicación de la diócesis –que es de lo que hablo en este blog–, fueron días de mucho trabajo y de una sana satisfacción.
La cobertura informativa de actos así es distinta de la de cualquier otra celebración que albergue la catedral. Es un reto mover a una treintena de periodistas, con una enorme presencia de cámaras, en un entorno en el que no han trabajado nunca. Nuestra labor era permitirles cubrir la noticia de la mejor manera posible, sin perder de vista que estábamos en la catedral.
Como abonado del Atleti, me hizo ilusión enterarme de que quería ofrecer sus títulos a la Almudena, pero no podía dejarme llevar por la pasión y tenía que ser profesional. En contacto con Protocolo del club, concretamos el desarrollo de la ofrenda. Los jugadores de los equipos masculino y femenino, así como una representación de la Academia, llegaron a la plaza de la Almudena –que separa la catedral del Palacio Real–. En las escaleras de acceso los estaban esperando el cardenal Osoro y el Cabildo. A los lados de la puerta que da a la nave central del templo colocamos unas catenarias para situar a los periodistas y permitirles inmortalizar la entrada.
Cuando los jugadores ya habían entrado, llevamos a todos los periodistas hacia el altar mayor por uno de los pasillos laterales. Para evitar que los medios se abalanzaran sobre el altar a fin de tener las mejores imágenes de las intervenciones del arzobispo y el presidente del Atleti y de las peticiones de Koke, pusimos más catenarias en un lado y dejamos espacio para colocar las cámaras de televisión. Así podían captar imágenes del altar, de los bancos en los que estaban sentados los jugadores y de la ofrenda a la Virgen. Los capitanes subieron la Europa League a la patrona de Madrid y, tras ellos, fueron pasando todos los jugadores y el cuerpo técnico de los equipos masculino y femenino. Después de la foto de familia de rigor, salieron corriendo rumbo a Neptuno para celebrar los éxitos con los aficionados.
Fue una locura pero salió razonablemente bien. Pensaba que, como pronto, no volveríamos a ver semejante despliegue de medios hasta la temporada siguiente. Me equivoqué. Apenas unos días después, el Real Madrid jugaba la final de la Champions y llamó para anunciar su intención de acercarse a la catedral el domingo 27 de mayo si ganaba la noche previa en Kiev. Antiguamente, el club blanco ofrecía sus títulos a la Virgen de la Paloma y luego empezó a llevarlos a la Almudena, aunque no había vuelto desde la Liga de Van Nistelrooy allá por 2007… Hasta ahora.
Off the record les cuento que no me hacía especial ilusión ver al Madrid ganar su cuarta Champions en un lustro y menos aún tenerme que volver antes de Sevilla, en donde aquel sábado tenía la boda de una gran amiga, pero uno tiene que intentar ser profesional siempre. Para alegría de todos mis amigos, el Real Madrid de Zidane ganó el título y yo me tuve que volver. El acto se desarrolló de forma muy parecida al del Atleti y medio planeta pudo ver a Ramos alzando la orejona ante la patrona de Madrid.
Soy consciente de que a muchos les chirría esta imagen: les parece algo anticuado, lamentan que se mezclen deporte y religión. Yo creo, en cambio, que es una hermosa tradición que derriba una laicidad mal entendida y lanza un poderosísimo mensaje para todos, con independencia de nuestras creencias: la Virgen está a nuestro lado y comparte nuestras alegrías. Como la Almudena, el fútbol también puede derribar muchos muros.