2020: el año de un papa confinado

El Pontífice ha procurado dar ejemplo a través de gestos concretos de solidaridad con las personas más afectadas por la pandemia

El Papa Francisco cumple mañana 84 años, su octavo cumpleaños en el Vaticano, marcado por la pandemia

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Aunque ha sido un año difícil para la humanidad en su conjunto debido a la pandemia de COVID-19, el Papa Francisco ha dejado momentos memorables a lo largo de los últimos meses.

Nadie podía imaginar que un virus pudiera llegar a trastocar tanto la agenda del Papa, que ha tenido que anular viajes, encuentros internaciones, congresos y centenares de audiencias. Este tiempo extra le ha permitido dedicar más tiempo a preparar documentos, entrevistas y libros con los que ha intentado enviar mensajes de esperanza a un mundo confinado.

También ha procurado dar ejemplo a través de gestos concretos de solidaridad con las personas más afectadas por la pandemia. A través de la Limosnería Vaticana ha regalado pruebas gratuitas de coronavirus para personas con pocos recursos, ha enviado respiradores a países especialmente necesitados, y no ha dejado de pedir a los responsables políticos y económicos que no dejen de lado a aquellos países cuya crisis se ha agravado con el coronavirus y, sobre todo, que no se olviden de ellos a la hora de distribuir las vacunas.

¿Cómo ha vivido el Papa su confinamiento en la Casa Santa Marta del Vaticano?

En la entrevista que concedió al escritor y periodista británico Austen Ivereigh, el pontífice relataba que en la Curia en ningún momento cesó el trabajo. Se organizaron por turnos para evitar compartir el mismo recinto. En todo momento procuraron mantener las medidas establecidas por las autoridades sanitarias.

En la residencia donde él vive, Casa Santa Marta, se han establecido dos turnos de comida, se toma la temperatura a quien entra y en líneas generales se ha optado por el teletrabajo. Cada uno trabaja en su oficina o desde su habitación.

A nivel espiritual el Papa reconoce que ha rezado más y ha dedicado mucho tiempo a pensar en las personas: “Pensar en la gente a mí me unge, me hace bien, me saca del egoísmo”. Confesaba también que su gran preocupación es cómo acompañar al pueblo de Dios y estar más cercano a él.

Por este motivo uno de los grandes regalos que el Papa ha hecho durante la pandemia es que su Misa a primera hora de la mañana desde Santa Marta pudiera ser seguida en directo por todo el mundo.

También quiso mantener un contacto habitual con la Limosnería Apostólica, para poder acompañar de forma efectiva las situaciones de hambre y de enfermedad que le han llegado desde distintas partes del mundo.

Los grandes momentos de la Pandemia

Bendición “Urbi et orbi” extraordinaria: el viernes 27 de marzo, el Papa presidió un momento extraordinario e inédito de oración que será difícil de olvidar. Aquel día, en medio de un silencio sobrecogedor, la lluvia golpeaba con fuerza el pavimento de la plaza de san pedro. El Papa caminaba solo y con dificultad hasta el único punto de la plaza donde había una luz. A su espalda la inmensidad de una explanada vacía, concebida para acoger a una humanidad que lleva mucho tiempo sin poder abrazarse.

La fragilidad de Francisco sostenida por la fuerza de la oración de millones de personas encerradas en sus casas con un nudo en la garganta ante lo que estaban contemplando. Junto al papa se encontraba el Cristo milagroso de la iglesia de San Marcelo. El mismo que salvó la ciudad de Roma durante la peste de 1522.

Antes de impartir la Bendición Urbi el Orbi el Papa leyó un texto en el que reconocía que “nos encontramos asustados y perdidos”, porque al igual que a los discípulos, nos sorprendió la tormenta inesperada y furiosa de una pandemia que nos ha dejado sin aire. Pero en esta barca estamos todos, y remamos juntos: “Todos necesitamos confortarnos mutuamente”. Nadie se salva solo. Escuchar al Papa estremecía el corazón con la misma fuerza con la que brotaba la esperanza. Sonaron las campanas de San Pedro mientras el Papa impartía la Bendición con la Custodia.

Será probablemente una de las imágenes que todos guardaremos en la retina. Todos recordaremos que estuvimos ahí, en esa plaza vacía en la que se sintieron las lágrimas de la humanidad.

El Vía Crucis de una Semana Santa confinada: el Papa que tenía por costumbre todos los años acudir a lavar y besar los pies a una cárcel o a un centro de refugiados el día de Jueves Santo, tuvo que celebrar la Semana Santa de 2020 dentro del Vaticano como cientos de millones de personas, confinadas en sus casas por la pandemia de coronavirus, que siguieron las ceremonias por Internet y televisión.

El Vía Crucis nocturno del Viernes Santo no se celebró desde el Coliseo, que era lo habitual, sino en la plaza de San Pedro, también vacía y sin fieles. Llevaron la cruz a lo largo de las catorce estaciones algunos presos de la cárcel de Padua, que también escribieron las meditaciones, alternándose con médicos y enfermeros del servicio sanitario del Vaticano.

La imagen de este Vía Crucis también resultó impresionante y atípica, porque habitualmente, esta oración reúne a miles de fieles. Al finalizar y antes de abandonar la plaza de San Pedro, Francisco, en lugar de dirigir unas palabras, como acostumbra, permaneció rezando en silencio, apoyando su cabeza sobre la cruz.

nuestros programas

ECCLESIA ALVARO SAEZ

Ecclesia

Con Álvaro Sáez

Domingos a las 13:00h