Así se fraguó la renuncia del Papa Benedicto XVI

El 11 de febrero de 2013 Benedicto XVI anunciaba públicamente su renuncia y el 28 se hacía efectiva

Benedicto XVI

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

En una aparente mañana normal de hace seis años, Benedicto XVI arrojaba al mundo una frase de dimensiones estratosféricas para un hombre de apariencia frágil. Asistía a una de las habituales reuniones con Cardenales, llamadas Consistorio, y lo que se esperaba era la confirmación de varias canonizaciones. Antes de dejar al mundo boquiabierto, avanzó a los cardenales que iba a tomar una «decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia». Y así fue. Los relojes del papado quedaron parados en su hora de su renuncia, y puso a la Iglesia en hora con el resto del mundo.

Casi nadie conocía esta decisión, tan sólo su círculo más íntimo

A punto de cumplir 91 años recordará este domingo este gesto heroico sin darse ninguna importancia. Es muy probable que aprovechando una jornada en la que celebramos la Festividad de la Virgen de Lourdes para acercarse hasta la pequeña gruta, cercana a su casa en los jardines vaticanos para rezar el Rosario.

Hace pocos días pudimos leer unas palabras suyas premonitorias sobre cómo vive esta etapa de su vida: "Puedo decir solo que, en el lento disminuir de las fuerzas físicas, interiormente voy en peregrinaje hacia Casa". En la entrevista que dio lugar a Últimas conversaciones con Peter Seewald hablaba ya con naturalidad sobre su muerte. Aseguraba que «espera con ansia» reunirse con sus padres, hermanos y amigos. «Me imagino que será tan hermoso como en nuestra casa familiar»

Los pocos datos que conocemos sobre su vida diaria se filtran por las visitas privadas de quienes se acercan a verle en su residencia y por los escuetos comentarios de su secretario personal, Monseñor Georg Gänswein, una de las pocas personas que reside junto a él. Durante la presentación en el Parlamento italiano del libro sobre Benedicto XVI, “Imágenes de una Vida”, Georg Gänswein aseguraba que el papa emérito mantiene una rutina diaria hecha de oración, estudio y breves paseos: “Reza y se prepara para la muerte, como ha repetido en distintas ocasiones. Vive en paz consigo mismo y sobre todo con el Señor. Está sereno, no ha perdido su sentido del humor. Ve cada día como un regalo. Recibe muchas cartas, lee, estudia, y da un paseo a las siete de la tarde a la gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos. Cena a las siete y media y ve las noticias por televisión. Y termina el día tranquilo”. 

Cada una de sus palabras es una lección de la que no siempre certificamos su profundidad. La Iglesia necesita de su presencia, aunque sea desde la distancia.

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