Así fue la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, con Alfonso XIII

Tuvo lugar el 30 de mayo de 1919, aunque la fiesta se celebra cada 19 de junio

Así fue la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, con Alfonso XIII

Redacción Religión

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Durante este viernes, España renovará su consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Una que tuvo lugar por primera vez hace ahora 101 años en el Cerro de los Ángeles, el centro geográfico de la Península Ibérica.

La idea de consagrar España al Corazón de Jesús, como ya habían hecho otros países, surge a través de una "iniciativa de seglares". La construcción del primer monumento y su posterior consagración no pueden explicarse sin recordar nombres como los de Francisco Belda, marqués de Cabra y subgobernador del Banco de España, Ramón García-Rodrigo de Nocedal, abogado getafense, María de la Natividad Quindós y Villaroel, duquesa de la Conquista, la Unión de Damas Españolas del Sagrado Corazón de Jesús (cuya mención se puede leer todavía hoy en la placa del altar de los restos del monumentos de 1919) y a un grupo innumerable de fieles que colaboraron activamente en la materialización de aquella idea.

El Papa Benedicto XV envío un telegrama para que fuera leído durante la celebración

Los seglares sintieron entonces el respaldo de eclesiásticos destacados del momento, como el padre claretiano Juan Postíus Sala; el padre jesuita Juan Oliver-Copóns; el padre Mateo Crawley, de los Sagrados Corazones, apóstol incansable del Corazón de Cristo; los padres jesuitas san José María Rubio y José Calasanz Baradat, el padre escolapio san Faustino Míguez, y tantos otros que lograron trasladar el proyecto a los pastores del momento, a los obispos de Madrid José María Salvador y Barrera y Prudencio Melo y Alcalde, al arzobispo de Toledo y Primado de España, el cardenal Victoriano Guisasola y Menéndez, junto a otros que se hicieron presentes en la consagración de 1919, como San Manuel González, entonces obispo auxiliar y administrador apostólico de Málaga.

La Familia Real Española, encabezada por el rey Alfonso XIII, también tuvo desde el comienzo un papel capital en la consagración. En torno a la figura del Jefe del Estado se congregaron tanto el Gobierno de la época como las autoridades civiles y militares del momento. Nadie quiso perderse un acto de semejante magnitud.

Aquella soleada mañana del 30 de mayo, se citaron ante el monumento construido en el Cerro de los Ángeles -que posteriormente sería destruido por las milicias republicanas durante la Guerra Civil- para cumplir la promesa realizada al beato Bernardo de Hoyos SJ: “Reinaré en España”.

La ceremonia arrancó con la bendición del monumento por parte del nuncio apostólico en España, monseñor Francesco Ragonesi. El obispo de Madrid-Alcalá, monseñor Prudencio Melo, presidió la celebración de la Santa Misa y, antes de la bendición final, se leyó un telegrama del Papa Benedicto XV. El nuncio impartió la Bendición Papal y, a continuación, se expuso solemnemente el Santísimo Sacramento.

Así fue la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, con Alfonso XIII

Fue en ese momento, con todos los asistentes arrodillados, cuando el rey Alfonso XIII se puso en pie y, en nombre del pueblo español, leyó la oración de consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que dice así:

"Corazón de Jesús Sacramentado,

Corazón del Dios – Hombre, Redentor del Mundo,

Rey de Reyes y Señor de los que dominan:

España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones,

se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades

que para Ti se alza en el centro de la Península.

Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran,

han constituido en la sucesión de los siglos,

y a través de comunes azares y mutuas lealtades, esta gran Patria Española,

fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.

Sintiendo la tradición católica de la realeza española

y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona,

confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer

el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre

y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley.

Reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divinidad

conceder participación de vuestro poder a los príncipes de la tierra,

y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas,

en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.

Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna;

luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad

y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social,

afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia

todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino,

que es Reino de justicia y de amor.

Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares,

en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras

y en nuestras leyes e instituciones patrias.

Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente

de la común desgracia de la guerra, que a tantos pueblos ha desangrado.

Continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.

Desde estas alturas que para Vos hemos escogido

como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas,

bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios,

para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad

que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.

Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria,

para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas

sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del derecho.

Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad

de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria,

queremos consagraros nuestra vida pidiéndoos como premio de ella

el morir en la seguridad de vuestro amor

y en el regalado seno de vuestro Corazón adorable.

Así sea".

Con este gesto, el rey Alfonso XIII cumplía la promesa realizada por Cristo al beato Bernardo de Hoyos, SJ y también materializaba en nuestra nación la petición realizada por el Papa León XIII al consagrar el género humano al Corazón de Cristo en la encíclica Annum Sacrum del 11 de junio de 1889.

Junto a la consagración, nacía en España todo un movimiento vinculado al Reinado Social de Cristo y a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

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