El testimonio de dos víctimas de bullying en España que salieron adelante: "No quería seguir viviendo"

Adrián y Miguel lograron superar una infancia complicada como consecuencia del maltrato al que le sometían algunos compañeros de clase

El testimonio de dos víctimas de bullying en España que salieron adelante: "No quería seguir viviendo"

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Adrián tiene 21 años. En la actualidad está cursando un grado superior de administración de sistemas informáticos. Nos ha confesado que hasta los quince años no tuvo su primer amigo. Antes, su vida era un infierno, marcada por el acoso por parte de sus compañeros: “yo era un chico introvertido, tenía muchas dificultades para comunicarme con los demás, sacaba buenas notas... Quizá por eso iban a por mí, porque era el rarito, el chico diferente.”

Situación que se fue agravando con el paso de los años, ya en su etapa de Secundaria: “En el colegio me insultaban, pero ya en el instituto la cosa fue a más, con más insultos, abusos, iban en grupos... A veces aprovechaban que el profesor se marchaba para encerrarme en el aula, y se quedaban dos o tres conmigo para abusar de mí, en ocasiones me colocaban carteles para que me dieran patadas...”

Como tantos otros casos, Adrián optó por el silencio durante una década, tiempo en el que se recluía en su casa, con los videojuegos: “Tenía miedo de ir al instituto, porque sabía que me iban a pegar. Cuando salía de casa disimulaba ante mis padres para no preocuparles, con una sonrisa de oreja a oreja.”

A los quince años Adrián decidió coger el toro por los cuernos: “Ya no aguantaba más. A los quince años estuve a punto de quitarme la vida. Fue en ese momento cuando decidí contarlo a mi familia. A partir de ahí hablaron con el centro y empezaron a buscar ayuda por Internet. Fue en ese momento cuando dieron con la “Asociación No al Acoso Escolar”, que me ayudó mucho, sobre todo a la hora de contactar con gente que había pasado por lo mismo que yo. Eso ayuda más que un psicólogo, ya que en muchas ocasiones no saben realmente como ayudarte, al no conocer el tema. Aunque es cierto que gracias a ellos empecé a comunicarme y a expresarme con los demás. ”

Fue entonces cuando empezó a llevar una vida social sana... pero los problemas de autoestima seguían presentes. Tanto es así que a los 17 años, Adrián volvió a tratar de suicidarse. Su padre lo evitó: “Ya no sufría bullying, tenía amigos, pero hubo un momento en el que la presión que tenía encima me hacía pensar que aquello podría volver a ocurrir. Mi autoestima estaba muy baja, sentía que no valía para nada y el fracaso era mi destino.”

A raíz de aquello, dio un giro a su vida: “Me convencí de que podía dar más de mí, me apunté al gimnasio que me ayudó mucho a sentirme mejor, y recurrí a especialistas. A día de hoy estoy recuperado, pero no olvido. Ya es difícil volver a confiar en la gente. Temo que me hagan daño. El mejor consejo que puedo dar a quien esté pasando por esto es que pidan ayuda, y que no se le ocurra cometer mis locuras.”

El testimonio de Miguel, que hizo frente a los acosadores

Desde los catorce y hasta los 18 años, Miguel fue víctima del acoso en el aula. Un mal que solo curó la Universidad, cuando hizo borrón y cuenta nueva. Miguel recuerda que lo que desató aquella hostilidad contra su persona fue un viaje que sorteó el AMPA de su colegio: “El viaje les tocó a mis padres, pero había un matrimonio que no estaba de acuerdo con la decisión, diciendo que se había amañado la rifa. Finalmente mis padres tampoco fueron, porque mi abuela materna se puso muy enferma, y lo cancelaron, pero igualmente aquel matrimonio movilizó a otros padres y a su vez a sus chavales para que me atacaran. Llegaron incluso a agredirme físicamente.”

Aquello marcó a Miguel, aunque también relata que le hizo más fuerte. Hoy, a sus 36 años, es una persona que cuenta con el apoyo de sus amigos y familia, aunque en su etapa escolar no contaba con la experiencia y ese punto de madurez que dan los años: “Conseguían hacerme sentir mal. Se daba la circunstancia de que yo era de los más bajitos de la clase, y por tanto era una víctima fácil para las agresiones. Me hacían ver que yo era inferior al resto, lo que me hacía sentir culpable. Eso erosiona tu personalidad. Acababas por pedir tu perdón en lugar de ellos.”

Tortas, collejas, o abrirle las piernas para chocar con los póster de los equipos de baloncesto o fútbol, eran solo algunas de las agresiones a las que era sometido: “Lo peor es que te hacían sentir que era una broma para que yo me integrara y me riera, pero cuando te dabas cuenta, solo les ocurría a unos pocos. Era una agresión física disfrazada de broma, en la que encima les tenías que dar las gracias porque me estaban integrando.”

Los agravios crecían al mismo nivel que su rendimiento escolar decaía. Miguel no era de los primeros de la clase, pero se apañaba bien. La informática le apasionaba. La Historia y la Física eran dos de sus puntos débiles. Pero a partir de los quince años, sus calificaciones fueron peores: “Suspendía con frecuencia y pasaba de curso por los pelos. Ahora por suerte todo es distinto respecto a hace quince o veinte años, cuando no había conciencia sobre este problema.”

Sin embargo, Miguel siempre se mantuvo fuerte, lo que le ha permitido salir adelante: “Yo nunca tuve la tentación de autolesionarme. Además aguanté en el colegio hasta el último día. Me negué en rotundo cuando me ofrecieron cambiarme de centro pese a no tener amigos. Haberme marchado hubiera implicado que los acosadores ganaban la guerra. Opté por seguir y refugiarme en mi familia y en la Fe. Rezaba mucho, pedía a Dios paciencia y fuerza. Así hasta que llegué a la Universidad, cuando hice borrón y cuenta nueva.”

Pese a este afán de superación, Miguel nos confiesa que aquellos años le han hecho estar más alerta cuando percibe que alguien de su entorno o del exterior intenta “pisarle”: “Es un pequeño defecto que tengo. No creo ser arisco con los demás, pero tengo mi genio.”

Miguel apenas ha vuelto a tener contacto con los compañeros que le acosaban. Tan solo les ha visto en alguna circunstancia puntual. Su reacción fue la indiferencia: “No tengo nada que decirles. No guardo buen recuerdo de ellos, y no hay más desprecio que no hacer aprecio. Muestro indiferencia. Intentaron fastidiarme la adolescencia, de hundirme, de que no fuera útil para la sociedad. No lo lograron.”

Hoy, como hemos comentado, existe una mayor concienciación sobre la problemática del bullying, pese a que las técnicas de acoso son más sofisticadas, haciendo uso los acosadores de las redes sociales. Para evitar caer en sus garras, Miguel aconseja “no hacer caso de las redes sociales. Los cobardes que utilizan la red para amenazar son unos cobardes que no tienen valor de hacerlo en la calle. Un Tweet no va a ninguna parte.”

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