Plegaria a la luz de la primera luna de primavera (Oración para la noche del Jueves Santo)

Plegaria a la luz de la primera luna de primavera (Oración para la noche del Jueves Santo)

Jesús de las Heras

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Plegaria a la luz de la primera luna de primavera (Oración para la noche del Jueves Santo)

Siempre me ha fascinado la primera luna llena de primavera. Anuncia la Pascua. Nos sitúa en el 15 de Nisán hebreo -el 7 de abril del año 30 de nuestra era-, la fecha más importante de la historia.

Todos los años busco con la medianoche esta paradigmática y, a la vez, enigmática luna llena de primavera. La busco y repito varias veces el propósito. A veces, las nubes la esconden o, como anoche, se filtra y se muestra entre los crecidos árboles de tallos todavía verdes y tiernos. La contemplo y me emociona pensar que esa misma luna llena de primavera contempló al Señor en la noche y en el alba más largos e intensos de la humanidad. Y hasta trabo, a veces, un "diálogo" con ella… La escruto y le pregunto que me transmita cómo fue aquella noche, como alumbró a Jesús en su Pasión de Pasiones, cómo iluminó a los personajes, repletos de tinieblas, que le acompañaban.

Y hasta siento celos de la luna. Y hasta quisiera saber si no palideció cuando en Getsemaní Jesús sudaba sangre, cuando fue entregado por Judas, cuando el gallo cantó tres veces o al ser condenado a muerte. Me interrogo si la luna cedió gustosa en aquella siguiente alba su paso al naciente sol o si reclamó permanecer como testigo mudo e insuperable de aquella historia, la más grande jamás contada, jamás vivida. Y es que aquella luna llena y primera de la primavera del 7 de abril del año 30 alberga y conserva todos los secretos que ya quisiéramos para nosotros quienes celebramos y nos emocionamos cada año al llegar su cándida luz de albura, al llegar la Pascua.

Y a la luz de la primera luna de la primavera del año 2006, he compuesto la plegaria que seguirá más adelante. Esta plegaria quizás nació no ahora sino que fue engendrada en la noche del jueves santo del año 1992 cuando tuve la fortuna de vivir la Pascua en Jerusalén y cuando, en aquella noche de luna llena, recorrí los caminos mismos del Señor: del Cenáculo a Getsemaní, de Getsemaní al Galicanto, del Galicanto al Pretorio. Nunca olvidaré aquella noche. Nunca olvidaré aquella luna, esta luna.

Asimismo reconozco, con todo, que casi siempre me pasa como a los apóstoles. Y que me canso y me entra el sueño y me relajo y me distraigo y pierdo miserablemente el tiempo. Quizás me quiebre la gravedad del momento y, en definitiva, no soy capaz de velar junto al Señor como el Señor se merece. Y aunque me consuela pensar que en esta limitación mía tan reiterada se muestra la debilidad de la condición humana necesitada de redención y asumida por el Redentor, soy consciente de que la Pascua -el Paso del Dios del Amor-, señalada por esta primera luna llena de primavera, debe ser siempre aprovechada como ocasión tan privilegiada y tan única para recubrirnos de su fuerza y de su gracia, para revestirnos de los sentimientos de Cristo Jesús.

Señor de Getsemaní y del Calvario,

tu Nombre y tu Rostro ansío y adoro.

Permíteme estar junto a Ti

y aprender de Ti la ciencia de la Sabiduría verdadera,

y el único amor de los amores verdadero.

Perdona mi debilidad y mi pereza.

Robustéceme y visítame con tu gracia.

Hazme de corazón prisionero y deudo de tu Santa Agonía.

Ayúdame a beber el cáliz de mi limitación,

el cáliz de que las cosas, las personas y yo mismo somos como somos

y no como nos gustaría y deberíamos ser.

Enséñame, Señor de Getsemaní y del Calvario,

a buscar la voluntad del Padre.

Hazme fiel y entregado

a la misión que tu Providencia y tu Iglesia me han confiado.

Que no escatime ni tiempo, ni entrega,

ni amor, ni perdón, ni misericordia.

Que halle la sabiduría precisa para hacer bien las cosas

y que entonces sepa descubrir de Quien es el mérito y la obra.

Muéstrame tu rostro ensangrentado y glorioso

y haz que sepa reconocerlo y servirlo en los que sufren y lloran,

en los pobres, en los enfermos, en los ancianos, en los necesitados.

Señor de Getsemaní y del Calvario,

tu Nombre y Tu Rostro necesito y reclamo.

Jesús, mírame tú también a mí

y muéstrame la dulzura de tu Faz.

Mira a mis gentes, a mis afanes y servicios.

Que ya sabes, Señor de Getsemaní y del Calvario, lo que te pido.

Mira a nuestro mundo, vano y tan autosatisfecho.

¿Tan difícil es ser cristiano?

¿O tan difícil lo hacemos los cristianos?

¿Cuándo va a transformarnos de verdad tu Pasión y tu Pascua?

Mira a tu Iglesia: a sus pastores, a sus consagrados y a sus fieles.

Hazla cada día más digna de Ti

y más creíble en medio de un mundo alocadamente descreído y pagano.

Señor de Getsemaní y del Calvario, tu Nombre y Tu Rostro busco e imploro.

Tu oración de sudor, de angustia y de sangre,

la traición de Judas,

el sueño descuidado e irresponsable de los Apóstoles,

la negación de Pedro,

la farsa del Juicio Religioso de aquella noche,

la cobardía de Pilatos,

la frivolidad de Herodes,

el clamor insensato y homicida del pueblo,

la sentencia capital y letal,

la flagelación y la coronación de espinas,

el Vía Crucis del mayor dolor,

la crucifixión y la muerte -¡Tú Muerte, oh Dios de la vida!-,

tu Descendimiento y Sepultura,

tu Madre Dolorosa y Afligida

-nuestra Madre de la Soledad y de la Esperanza-,

no son sólo memoria viva de la historia,

testimonios irrefutables del Amor más grande.

Son presencia y realidad mía y nuestra,

de ayer, de hoy y mañana.

Sigue siendo Viernes Santo en nuestro mundo.

El lagar del aceite sigue manando sudor y sangre.

Enséñanos, Señor de Getsemaní y del Calvario, el secreto de tu Pasión

y haz que complementemos en nosotros lo que a ella le falta.

El alba del tercer día despunta también en nuestros horizontes.

Pero sólo lo hará desde el servicio, la cruz y el amor extremos,

como Tú, Señor de Getsemaní y del Calvario.

De tu Sangre derramada, brotará el más bello arco iris

como signo de la misericordia divina.

Mírame, míranos, Señor de Getsemaní y del Calvario.

Infunde y refleja la Luz de tu Rostro tan amado y tan anhelado,

a través de la luna, de la primera luna llena de la primavera. Amén.

Jesús de las Heras Muela

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