Antonia María Medina Ortega
Otra mujer científica de la que apenas se sabe nada, que encontró la muerte en plena actividad profesional y la vivió con entereza cristiana
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La vida te da sorpresas como la de, buscando una cosa, encontrarme algo tan interesante o más que la que estaba buscando. Eso mismo me ha sucedido cuando me he topado con la necrológica de Antonia María Medina Ortega, escrita por el también científico católico Alberto Sols. En ella relata la vida científica y de fe de Antonia.
Se licenció en Ciencias Químicas en la Universidad de Granada, con el expediente más brillante de su promoción. A continuación se incorporó como becaria a la Sección de Granada del Instituto de Edafología, donde se inició en la investigación, trabajando bajo la dirección del profesor Gutiérrez Ríos, también científico católico. Después de obtenido el título de Doctor, se trasladó a Madrid, en 1950, al Instituto de Edafología, Ecología y Fisiología Vegetal, fundado hace ochenta años y actualmente llamado Instituto de Ciencias Agrarias, donde continuó el desarrollo de su formación en la investigación científica, esta vez bajo la dirección del profesor Albareda, también científico católico .
Al año siguiente ganó una oposición a Colaborador Científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), institución fundada por científicos católicos que entre 1939 hasta 1975 hizo pasar el porcentaje de mujeres en su plantilla de apenas un diez por ciento a más de un treinta por ciento, porcentaje que, hoy en día, sigue prácticamente al mismo nivel.
Formación en el extranjero
Más adelante, Antonia realizó su primer viaje de estudios posdoctorales al extranjero, visitando durante varios meses laboratorios en Bélgica y Holanda, en los que se perfeccionó en el dominio de diversas técnicas analíticas. De vuelta al CSIC, fué centrándose en la investigación científica del metabolismo vegetal. Pasó un año trabajando con Alberto Sols, experto enzimólogo, y después se dedicó durante dos años al estudio de los sistemas enzimáticos de la reducción de nitrato a amoníaco con el doctor D. J. D. Nicholas, en la Long Ashton Research Station de Bristol, Inglaterra, en un segundo viaje de especialización posdoctoral al extranjero…vamos, una auténtica pionera.
En 1957 regresó a España y trabajó dentro de la Sección de Bioquímica Vegetal que el IEEBV tenía en el Departamento de Enzimología del Centro de Investigaciones Biológicas. Pronto publicó resultados en la mejor revista internacional de Bioquímica el primero de los trabajos realizados enteramente en España por Antonia como investigadora independiente. Luego tomó parte en el Congreso Internacional de Bioquímica que se celebró en Viena en 1958, y en un Simposium sobre metabolismo del nitrato, que se celebró a continuación en Inglaterra, al que Antonia fue invitada y en el que tuvo una participación muy activa: en 1958 una científica española!. Pronto se terminó la primera tesis doctoral realizada bajo su dirección por Claudia Fernández de Heredia, y que fue calificada con Sobresaliente cum laude, y ascendió de categoría científica en el CSIC pasando a ser Investigador Científico.
Su último viaje
Dada esta magnífica progresión decidió hacer un tercer viaje, el último viaje de formación al extranjero. Lo que no sabía era que no volvería de él. Y partió a los Estados Unidos, el país donde más activamente se cultivaba la Bioquímica . Para ello obtuvo, por primera vez en España, una pensión de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, como «visiting research scientist», para realizar investigaciones durante un año en el laboratorio del profesor H. R. Mahler, Universidad de Indiana, Bloomington. Estando allí dio la cara su aplasia medular, mortal enfermedad que no le impidió seguir trabajando hasta el final por no llegar a menoscabar su ánimo.
¿De dónde le venía dicho ánimo? Sols lo cuenta en la necrológica: «…afrontó la muerte con ejemplar entereza cristiana. Decía en una de sus últimas cartas: "esperanzas, las que el médico me da puede ser que reaccione o que no ..., aquí estoy esperando lo que Dios quiera". Y cuando llegó la hora, murió, en palabras de un compañero del Consejo que estuvo a su lado en sus últimas horas, "cómo si se durmiese. Y fue muy valiente: ni una lágrima, ni una queja"».
Sus principales resultados científicos fueron reseñados y recogidos en importantes medios de comunicación científica, las mejores monografías y textos extranjeros, como los Annual Review, de Bioquímica, de Microbiología y de Fisiología Vegetal, y obras como Enzyme's, de Dixon y Webb, y General Biochemistry, de Fruton y Simmons. La estima personal y consideración científica que se granjeó Antonia en los Centros extranjeros en que trabajó, queda patentizada en los comentarios escritos por miembros de esos Centros a raíz de su muerte, conmovedores y llenos de justos elogios y consideraciones.
CONTRA FACTUM NON VALET ARGUMENTUM