Fernando de la Quadra Salcedo
Este académico de Historia fue uno de los descubridores de la prehistórica Cueva de Santimamiñe y llegó a proponer la creación de una universidad vasca
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Fernando de la Quadra Salcedo (1889-1936) fue un original poeta, historiador, genealogista y una de los más interesantes personajes vizcaínos de principios del pasado siglo. Llegó a ser director del Instituto Heráldico de Bilbao y escribió varias obras históricas, especialmente genealógicas.
Perteneció a la Escuela Romana del Pirineo, formada mayoritariamente por intelectuales vascos que solían reunirse en la tertulia del café Lyon d'Or, en la Gran Vía bilbaína. Prácticamente desconocido le hacemos desde aquí memoria democrática, gracias al historiador Jose Manuel Ezpeleta, que dispone de la documentación al respecto.
En sus estudios pasó por un seminario jesuita, lo que le proporcionó un profundo conocimiento de las lenguas latina y griega. Más tarde se licenciaría en Derecho en la Universidad de Salamanca, realizando el doctorado en la Central de Madrid.
Muy joven, con tan sólo 22 años, comenzó a colaborar con la prensa y en 1916 fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia además, fue el cofundador de la revista Idearium, donde coincidió con Unamuno. Como era costumbre en la época en personas de alto nivel intelectual, fue asiduo de las tertulias tanto la dirigida por Ramón Gómez de la Serna en el café del Pombo como la que lideraba Cesar Gónzalez Ruano en el café Recoletos.
Católico practicante confeso escribió Los vascos en el Renacimiento: trátase de lo que hicieron en el sacrosanto concilio ecuménico de Trento (1915), en el que presentaba personajes eclesiásticos y aportaciones analizando su contenido teológico en profundidad.
Además de la mencionada, escribió numerosas obras entre las que destacan La personalidad Vasca es la literatura poética (1914); El canto de guerra de los Vascos (1914); Bancos de emisión en el país vasco (1914); El Fuero de las Encartaciones (1916); El Fuero de las Encartaciones. (1916.); Del diálogo y de la amistad (1917); El Versolari (1917); Ensayos sobre el Renacimiento Vasco (1918); Las bellezas bilbaínas del siglo XVIII (1918); La cueva de Basondo (1918); El pensamiento político de Navarra en el Renacimiento (1918); Libros raros y curiosos de la imprenta en Bilbao (1919); El llanto de los Pirineos (1919); Las obras de Jáuregui, pintor de Cervantes (1920); Los amigos del país (1921); Vida de Lope García de Salazar (1909); La patria de Antonio de Guevara (1915); Heráldica vascongada (1908); Casas de Ayala y Murga (1922); La primera vuelta al mundo. Intervención de Vizcaya (1923)
Detenido a comienzos de la Guerra Civil en zona republicana, murió en el barco prisión Altuna Mendi el 25 de septiembre de 1936, asesinado por el Ejército del Frente Popular con otros veintiocho civiles desarmados más, sin juicio alguno, dejando una gran cantidad de trabajos inacabados. «Su fin trágico no correspondió a su carácter apacible», concluyó apesadumbrado Julio Caro Baroja.