Pedro Martínez Vélez

Este fraile agustino es una ejemplo más de que ciencia y fe no están reñidas. Con una trayectoria intachable, murió en los comienzos de la Guerra Civil española

Pedro Martínez Vélez

Alfonso V. Carrascosa

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Pedro Martínez Vélez (1869-1936) nació el 8 de octubre de 1869 en Peñaranda de Duero (Burgos). Hijo de Ambrosio y Josefa, hizo su primera profesión de fraile agustino en el colegio-seminario de agustinos de Valladolid el 19 de septiembre de 1886.

Fue enviado a Filipinas en misión en 1892, hace ahora exactamente 130 años. En Manila fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1893, con destino a Ilocos a fin de estudiar el idioma de aquella región para mejor evangelizar, algo constante en la Iglesia Católica. Regresó a España a finales de 1902 para dedicarse de lleno a los estudios agustinianos y formar parte de la redacción de la revista España y América.

Obtuvo el título de lector en 1904 y en noviembre de ese mismo año se le dio mandato de embarque para Perú, donde ejerció el profesorado en el colegio San Agustín de Lima, aparte de otros trabajos y cargos que allí le encomendó la provincia. Así se hicieron siempre las cosas en las misiones españolas: la Iglesia enviaba a los mejores.

En Lima, en 1910, se doctoró en teología y al año siguiente en letras, es decir, tenía dos doctorados. Ya de vuelta a España se le encomendó la dirección de la revista Archivo Histórico, con domicilio en Madrid en la casa de Goya 87.

Prolífico escritor

«Para los agustinos tiene —en palabras de su discípulo fr. Miguel de la Pinta— un interés corporativo, y en la zona de los estudios nacionales quedará su nombre inscrito por un puñado de páginas de la crítica más ponderada y sutil… por su penetración psicológica y la sutileza crítica en las que llegó a ser un consumado maestro… Leyendo nuestras crónicas en él revela su fortaleza mental y sus afanes agustinianos. Tomando como base y punto de partida los estudios de nuestros cronistas, después de una ojeada inteligente sobre los historiadores generales de la Orden de San Agustín, abarca una revisión profunda y minuciosísima de la vida corporativa de los agustinos. Si la obra adolece de una minuciosidad benedictina, de una monumentalidad un poco barroca, tiene un fuerte y poderoso sentido basado en las mismas fuentes históricas y en el espíritu agustiniano que le hace ver con claridad meridiana el destino y la vocación legítimos de los agustinos».

Martínez Vélez escribió muchas páginas de las revistas Archivo Agustiniano, España y América y Religión y Cultura. El análisis ideológico de su obra desde la perspectiva islámica ha minusvalorado el calado de la misma debido a la miopía materialista aplicada. Baste decir que se ha apuntado que las coincidencias lógicas en temática espiritual entre escritores católicos y otros de origen musulmán era debido a que aquellos tomaban de éstos, siendo el islam siete siglos posterior.

Algunas de sus obras fueron Dos lecturas filosófico-teológicas. Bergson en el Índice. Pío X, el Modernismo y Santo Tomás, Lima 1915, iv-30 pp.; Observaciones al libro de Aubrey F. G. Bell sobre Fray Luis de León. (Contribución a la biografía del teólogo-poeta y a la historia del Renacimiento y de la Inquisición española), El Escorial 1931, 356 pp.; Leyendo nuestras crónicas. Notas sobre nuestros cronistas y otros historiadores. Estudio crítico y reconstructivo de la historia antigua de la Orden de San Agustín, en relación con su origen, continuidad y un nuevo florecimiento de la misma. Historiadores generales y particulares de interés general para nuestra historia antigua, El Escorial 1932, 2 vols.

Asesinado al inicio de la Guerra Civil

Por otro lado, gracias al archivo y a los exhaustivos estudios de José Manuel Ezpeleta, podemos conocer con detalle las lamentables condiciones en las que este insigne científico perdió la vida a manos de quienes hoy se pretende que sean tenidos por ilustres personalidades. La documentación de la que dispone Ezpeleta, proveniente de varios archivos estatales, permite reconstruir los hechos.

Dice así el documento que hace alusión al desenlace fatal de su vida: «El padre Pedro Martínez Vélez fue detenido tres veces. La primera fue conducido a la comisaría del distrito, de allí paso a la Dirección General de Seguridad, saliendo libre a fines del mes de julio del año 1936. La segunda detención se verificó a los 4 días de la conquista de Toledo por las tropas del Ejército Rebelde, y fue conducido a la tristemente famosa checa de Fomento, dónde paso varios días. La tercera detención del Padre Martínez Vélez acaeció estando él viviendo en la pensión Suizo- Alemana, sita en Jiménez Quesada esquina Gran Vía. Sucedió el hecho el primero de octubre del año 1936…siendo conducido a la checa de la calle Méjico…el día a las 11 de la noche fue sacado de dicha prisión y conducido en automóvil fue asesinado en los aledaños del pueblo de Hortaleza por disparo de revólver que le levantó la caja superior craneana’».

Hago notar que tanto las detenciones como el posterior asesinato se efectuaron sin acusación y, por supuesto, sin juicio alguno. El padre Martínez Vélez es otro de tantos científicos que los hoy tenidos como «progres» asesinaron como lo hicieran sus ancestros ideológicos en la Revolución Francesa con el padre de la química, Lavoisier. Narrar lo escrito aquí, gracias al exhaustivo trabajo de Jose Manuel Ezpeleta y su magnífico archivo, puede contribuir a la historia, completándose así científicamente la sentimental e ideológicamente sesgada «memoria histórica». Solo con silencios sepulcrales respecto a estos casos y otras muchas barbaridades se puede construir la historia que quieren enseñar a nuestros nietos, pero resulta que «el que libre esté de pecado, que tire la primera piedra».

No se puede decir que la ciencia la han defendido solo algunos, cuando han hecho cosas como ésta.

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