San Alberto y la Virgen María

San Alberto Magno fue un verdadero portento del saber de su época y un gran devoto de la Virgen

San Alberto Magno y la Virgen

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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A lo largo de la historia han sido varios los hechos que relacionan a la Virgen con la ciencia. Probablemente uno de los primeros es su relación con san Alberto Magno, dominico entregado a la erudición y el saber, auténtico portento de su época y santo patrono de los científicos. Estudió en la Universidad de Padua, donde conoció a Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo, recibiendo de inmediato la vocación científico-religiosa, que siempre en él fueron unidas.

San Alberto fue el maestro de santo Tomás de Aquino, de origen suabo, pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Estudió la Universidad de Padua, donde vivía su tío, donde conoció en 1222 al Beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, que se convirtió en su formador.

Al enterarse su padre, el conde de Bollstädt, de que se iba a hacer monje, mandó a sus sirvientes que lo sacaran de allí, huyendo Alberto a Colonia, donde enseñó de 1228 y en 1229. Más tarde fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana. Abandono su prometedora vida familiar de riqueza por amor a Jesucristo y a su Iglesia, de la que llegó a ser obispo.

También estuvo en París, entonces centro del saber, como maestro subordinado hasta que obtuvo el grado de profesor. Fue tan famoso que dio nombre a la Plaza Maubert, que pocos saben que viene de Magnus Albert. De allí partió a Alemania tras ser elegido superior provincial. En 1248 fue nombrado rector de la nueva universidad dominica Universidad ("studia generalia") en Colonia, donde hasta 1252 tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino.

Creador del sistema escolástico

San Alberto destacó mucho en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dijo, consiste en «investigar las causas que operan en la naturaleza». Además fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología…con las que plantó cara a las leyendas y a la magia de la época. Se le considera además iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino perfeccionaría, y que incorporaría a la sabiduría de la revelación la filosofía aristotélica.

Entre sus humildes oraciones recitaba «Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo». También decía: «Dado que por nosotros mismos no somos capaces de cualquier cosa, sobre todo de hacer el bien, y que sólo podemos ofrecerle a Dios lo que a Él ya le pertenece, debemos siempre rezar como Él nos enseñó con sus benditos labios y a través de su propio ejemplo, conscientes de que somos personas culpables, pobres, enfermas, necesitadas, como niños y como los que desconfían de sí mismos. Deberíamos abrirnos a Él, con humildad, temor y amor, con verdadero y sincero pesar, con sencillez de corazón y entera confianza, ante los peligros que nos rodean por todas partes, para que podamos descansar y confiar en Él hasta el final».

San Alberto contaba que de joven le costaban los estudios y por eso una noche planeó huir del colegio. Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, en la parte de arriba, la Virgen María se le apareció y le dijo: «Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a Mí que soy ‘Trono de la Sabiduría?’. Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías».

En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento. Dos años después, a los 74 años, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Era el 15 de noviembre de 1280. Se había mandado a construir su propia tumba, ante la cual todos los días iba a rezar el Oficio de Difuntos.

Devoción mariana

De su amor a la Virgen María habla este texto de San Alberto Magno sobre el “Privilegio según el cual la Bienaventurada Virgen es llamada Estrella del Mar”:

«Indagaremos primeramente si este nombre le corresponde en sentido propio o figurado. Concluiremos afirmando que el término lo utilizaremos en sentido propio.

La naturaleza propia de las cosas espirituales es ser luz; en consecuencia, en sentido propio puede asemejarse a la de las estrellas por su brillo. De allí que la bienaventurada Virgen se denomine Estrella del Mar.

Esta estrella es la más alta y la última de la Osa Menor: nada conviene mejora la que ocupa la más alta dignidad y es la última en humildad. Esta estrella atrae al hierro; la Virgen, por su infinita misericordia, atrae hacia el cielo a los pecadores empedernidos. La estrella guía a los navegantes y Ella conduce al puerto de salvación a todos los náufragos. La estrella se coloca contra el viento norte y Ella esta siempre inclinada hacia los pecadores. De lo que precede resulta claro que muchas de las propiedades de esta estrella convienen tan sólo a la Virgen, y por esa se la denomina estrella del mar. Hay otras propiedades de esta estrella que se ajustan tan solo a Ella.

¿Cuáles son las propiedades en las que se encuentra esta similitud? Existe la posibilidad de considerar en la estrella su sustancia, su calidad, su posición, su estado, su efecto. Su sustancia es celestial, incorruptible y fuente de luz; y la bienaventurada Virgen tiene su conversación en los cielos, su cuerpo es incorruptible, y es fuente de luz por la generación de su Hijo.

En calidad la estrella es superior, más luminosa y útil; La Virgen es superior en dignidad a todos, más gloriosa en virginidad, más útil en fecundidad.

Su posición es suprema en el polo más alto del amor de Dios, en el extremo de nuestra ignominia de la que Ella nos protege y en el último grado de la humildad.

El estado de esta estrella es casi sin movimiento, sin inclinación y sin error, y la Virgen no manifestó signos de inconstancia, de caída en el pecado y de error por ignorancia.

El efecto de esta estrella es triple: atrae el hierro, expande luz, dirige a los navegantes. Así la Virgen María atrae a los pecadores, ilumina a los penitentes, dirige a los inocentes. Asimismo, salva de caer en el pecado, esclarece en la justicia, dirige hacia la gloria. También atrae a los iniciados, ilumina a los que progresan dirige a los perfectos y a los perseverantes.

Resulta de esto que el privilegio de la bienaventurada Virgen es ser llamada Estrella del Mar».

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