Los santos del 14 de octubre nos muestran el camino y de cómo Dios asiste a su Iglesia ? editorial Ecclesia

Los santos del 14 de octubre nos muestran el camino y de cómo Dios asiste a su Iglesia – editorial Ecclesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Los santos del 14 de octubre nos muestran el camino y de cómo Dios asiste a su Iglesia ? editorial Ecclesia

La Iglesia católica, en medio de turbulencias que no cesan e incluso se han incrementado en las últimas semanas, tiene, de nuevo, una cita con la historia y con la gracia de Dios. Es este domingo 14 de octubre. Es la cita con la santidad oficialmente reconocida y proclamada de sus mejores hijos. Es cita que nos recuerda cuál es la verdadera y única vocación del cristiano y cuál es el itinerario que todos hemos seguir para alcanzar: la santidad.

Y es que los santos son en la Iglesia modelos e intercesores. Y mediante su testimonio admirable, Dios nos da pruebas evidentes de su amor y nos fecunda sin cesar. "Ellos ?cita esta textual del prefacio de las misas del común de santos- nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayudan con su intercesión". Y el ejemplo de sus vidas, nos ilumina el camino para participar en su destino y así, "animados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos, la corona de gloria que no se marchita".

"Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" son las palabras finales de Jesucristo en su vida terrena. El poder del infierno y del maligno no prevalecerá, en efecto, sobre la única Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo. Y los santos nos hacen más próximas y más creíbles aún estas afirmaciones evangélicas.

¡Y qué bueno y reconfortante es recordar y experimentar estas verdades de nuestra fe en la víspera de unas canonizaciones, que alegran el corazón de la Iglesia y de la humanidad de bien! Siete extraordinarios cristianos serán proclamados santos. Y a algunos de ellos, como el Papa Pablo VI (1897-1978) y el arzobispo Óscar Romero (1917-1980), los hemos visto, los hemos conocido, han iluminado y estimulado tanto nuestras vidas y nuestro itinerario eclesial y cristiano.

A otros, como a la española Nazaria Ignacia March ((1889-1943), fundadora de la Misioneras Cruzadas de la Iglesia, la seguimos teniendo presente a través del extraordinario servicio de sus hijas. El séptimo, y en el pleno Sínodo sobre los jóvenes, Nunzio Sulprizio (1817-1836), es un hermosísimo ejemplo de cómo se puede ser joven, obrero, enfermo y santo. Y los otros tres -Francesco Spinelli (1853-1913), sacerdote italiano fundador de las Adoratrices del Santísimo Sacramento; Vincenzo Romano (1751-1831), sacerdote diocesano italiano; y Maria Katharina Kasper (1820-1898), virgen, alemana, fundadora de las Pobres Siervas de Jesucristo- emergen asimismo con fuerza, gracia e interpelación para demostrar que la santidad es posible y necesaria para todos y en todos los tiempos, circunstancias y estados.

De estas siete canonizaciones, no cabe duda de que la de Pablo VI adquiere una relevancia y actualidad especiales. En primer lugar, en sí misma y en su significado y legado: el Papa Montini, timonel fiel, audaz y prudente del Vaticano II y del primer postconcilio, fue profeta y servidor de una Iglesia más cercana, siempre misionera y samaritana, siempre en la búsqueda del hombre.

Y con él, otro Papa ya canonizado, el Señor nos vuelve a mostrar cómo su asistencia es especialmente fecunda con su Vicario en la tierra. Como también acontece ahora mismo el ministerio y persona del actual Papa, Francisco. Y ello bueno será subrayarlo en medio de las insidias escandalosas de todos conocidas.

Además, con Pablo VI ya santo, de los doce últimos papas -dos todavía vivos: el emérito Benedicto XVI y el vigente Francisco-, otros tres han sido ya canonizados (Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo II), y uno es beato (Pío IX). Además, otros dos son ya venerables siervos de Dios, Pío XII y Juan Pablo I, lo que significa que la Iglesia ha reconocido ya las virtudes cristianas heroicas que practicaron en sus vidas y sus beatificaciones están a la espera del reconocimiento del correspondiente milagro.

¿Y qué grandes lecciones se deducen de todo esto? A nuestro juicio, cuatro luminosas, reconfortantes e interpeladoras verdades y certezas. La primera es que la única vocación cristiana posible y fecunda es la santidad. Segundo, que la santidad es para todos. Tercera, que los santos son los únicos maestros creíbles que nos muestran el camino. Y cuarta, que, a pesar de los pesares, Dios siempre asiste a su Iglesia y muy singularmente a quien ha puesto al frente de ella, como acontece también ahora.

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