Pascua del Enfermo. Pascua de la Vida sin descartes

Pascua del Enfermo. Pascua de la Vida sin descartes

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pascua del Enfermo. Pascua de la Vida sin descartes ? editorial Ecclesia

Desde hace más de tres décadas, la Iglesia católica en España dedica el sexto domingo de Pascua (en 2019, este domingo 26 de mayo) a la Pascua del Enfermo. La Pascua de Enfermo (ver reportaje de hoy) es una jornada pastoral que culmina el ciclo de la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra en toda la Iglesia el 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, y que en España prolonga sus actividades, convocatorias y celebraciones hasta esta fecha pascual.

La frase evangélica "Gratis habéis recibido; dad gratis" (Mt 10,8), lema propuesto por el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, del pasado 11 de febrero, vuelve ahora a resonar en la Iglesia en España con la Pascua del Enfermo. Y en 2019 lo hace reconociendo especialmente el valor de la gratuidad en la entrega al cuidado de los enfermos. Un servicio de entrega del voluntariado que, en España, prestan más de 18.500 personas voluntarias.

A su vez, la Pascua de Enfermo nos recuerda que nada hay más humano ?ni tampoco, de algún modo, más divino, puesto que Jesucristo la hizo suya y la redimió? que la enfermedad, la debilidad y el sufrimiento. Y que su valor es sagrado, pues visibiliza y completa lo que falta en nosotros a la pasión salvadora del Señor.

En este contexto y también ante las elecciones europeas del 26 de mayo, y sobre todo, una vez que por quinta vez en once años, la sanidad francesa retirara los cuidados paliativos a Vincent Lambert, tetrapléjico, de 42 años, Francisco, el mismo lunes 20 de mayo, escribió en su cuenta en Twitter: "Roguemos por cuantos viven en estado de grave enfermedad. Custodiemos siempre la vida, don de Dios, desde el inicio hasta su fin natural. No cedamos a la cultura del descarte".

Iniciados, pues, el lunes 20 de mayo los procedimientos para dejar de alimentar e hidratar a Vincent Lambert, ingresado en un hospital en Reims, su familia volvió a recurrir a la Justicia. Y en la noche del mismo día, el Tribunal de Apelación de París ordenó la restauración del tratamiento para mantenerlo con vida, al menos hasta que un comité de la ONU (el Comité Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad) decida sobre el fondo de su caso.

Horas después, ya en el martes 21 de mayo, los responsables de los dicasterios vaticanos para Laicos, Familia y Vida y la Pontificia Academia para la Vida hicieron pública una declaración conjunta. En ella, denunciaron el "juicio despiadado" sobre la calidad de vida del paciente (¡recordemos, como queda dicho, que esta ha sido la quinta vez en ser desconectado!), "expresión de una cultura del descarte que selecciona a las personas más frágiles e indefensas, sin reconocer su singularidad e inmenso valor".

Asimismo, la Santa Sede, a través de los presidentes de los citados organismos, reiteró "la grave violación de la dignidad de la persona que conlleva la interrupción de los alimentos y la hidratación". Y urgió a "la continuidad de la asistencia" médica, al menos básica, como "un deber ineludible". Por todo ello, concluía la declaración conjunta, "esperamos que se puedan encontrar soluciones efectivas lo antes posible para proteger la vida de Lambert".

Más allá de este caso concreto y su "suerte" final, ¿podemos los cristianos dudar sobre cuál es el parecer de la Iglesia, desde el Evangelio, acerca del final de la vida humana? ¿Podremos, unos y otros, seguir disfrazando de compasión y de progreso lo que es pura y duramente eutanasia e indigna, insolidaria, egoísta y nihilista "cultura del descarte" y de la muerte?

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