Servir y testimoniar que la fe en Dios une, no divide ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Servir y testimoniar que la fe en Dios une, no divide ? editorial Ecclesia
Han sido menos de 48 horas. Pero ha sido el tiempo suficiente para Francisco escriba una hermosa y esperanzadora página en los anales de su pontificado y en la misma historia de las relaciones, casi siempre conflictivas y dolorosas, entre la Iglesia católica y el Islamismo.
Referente inexcusable y alentador de esta visita ha sido el viaje que en 1219 ?hace ochocientos años- san Francisco de Asís emprendió a Tierra Santa para encontrarse con el todopoderoso sultán al-Malik al-K?mil. El santo de Asís se presentó a los "hermanos musulmanes" como un "creyente sediento de paz". Apenas sabemos más de aquel encuentro, que concluyó con un gran abrazo y con la siembra de la libertad para la misión en Oriente Medio de aquellos primerísimos seguidores del santo.
Desde el primer momento del anuncio del viaje de ahora del Papa a los Emiratos Árabes, la referencia de aquel acontecimiento de 1219 ha iluminado y guiado la preparación y desarrollo de la visita apostólica recién cursada, cuyo lema, significativamente, rezaba "Señor, haz de mi un instrumento de tu paz". Y cuando, el Santo Padre regresaba a Roma dejó escrito en Twitter un mensaje que desvelaba y sintetizaba espléndidamente el sentido, el contenido y la siembra de viaje: "San Francisco nos recuerda que el cristiano va armado solo de su fe humilde y su amor concreto. Si vivimos en el mundo al modo de Dios, nos convertiremos en canales de su presencia".
Los resultados espectaculares, los cambios copernicanos, las revoluciones de la noche a la mañana, tan del gusto de nuestra cultura contemporánea de las prisas, las urgencias, las inmediateces y también de lo efímero, no forman parte, sin embargo, ni de la verdad de la vida, ni de la verdad de las relaciones humanas. Tras el viaje de Francisco a Abu Dabi, seguirá habiendo, lamentablemente, yihadistas y también creyentes empecinados en tener ellos solo la razón. Pero el viaje del Sucesor de Pedro al corazón del Islam es un acontecimiento histórico inimaginable hasta hace bien poco. Hasta que el Concilio Vaticano II consagrara el diálogo interreligioso como de sus máximas y prioridades y hasta que los Papas del postconcilio ?Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco- decidieran visibilizar este compromiso también a través de sus viajes.
"Armado de fe humilde y de amor concreto", acompañado de su amigo Ahmed al-Tayeb, también egipcio ?como el sultán del santo-, el gran imán de al-Azhar, el Papa ha impartido con palabras y hechos una magnífica lección de diálogo y de servicio a la paz y a la convivencia. Ha recordado que "o construimos el futuro juntos o no habrá futuro", que "ha llegado el momento de que las religiones se empeñen más activamente, con valor y audacia, con sinceridad, en ayudar a la familia humana a madurar la capacidad de reconciliación". Porque Dios no tiene necesidad de "ser defendido por nadie y no quiere que su nombre sea usado para aterrorizar a nadie". Porque la fe en Dios no divide, sino que une y urge a trabajar en pro de la fraternidad universal.
Y a igual que, en 1210, Francisco de Asís en Jerusalén, ahora, en Abu Dabi, el Papa que tomó su nombre ha peregrinado también para encontrarse con la comunidad católica, que, en este caso, se aproxima al millón de personas (el 10% del total de sus habitantes). Y lo ha hecho para confórtales en la fe y para que su presencia, en libertad, sea germen de un mundo mejor, levadura de esperanza y testimonio de las Bienaventuranzas. ¡Dichosos sean, pues, los mensajeros de la paz!