Una misión universal

Tras la Navidad, volvemos al Tiempo Ordinario y el Evangelio de hoy nos invita a anunciar a Cristo como lo hizo Juan el Bautista

Una misión universal

José-Román Flecha Andrés

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“Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Esta es la promesa que oye el Siervo del Señor (Is 49,6).

Este personaje misterioso se siente elegido por Dios para ser enviado a una misión universal. Su tarea no se reduce a convocar y reunir a su pueblo, sino que ha de tratar de iluminar a todas las naciones.

El elegido por Dios manifiesta su voluntad de escuchar esa llamada y de ser fiel a ese envío. Hacemos nuestra esa fidelidad mediante el salmo responsorial: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas” (Sal 39).

También san Pablo se presenta ante los fieles de Corinto como un llamado por Dios a ser apóstol de Jesucristo. También él es consciente de que su misión se extiende a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, que es el Señor de todos (1Cor 1, 1-3).

La entrega del cordero

Durante el tiempo de Adviento hemos recordado una y otra vez la vocación y la predicación de Juan, el Bautista. Ahora se nos dice que, al descubrir a Jesús entre las gentes que acudían a escucharle y ser bautizadas por él, Juan pronunció unas palabras que nos resultan muy familiares: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29).

• El papa emérito Benedicto XVI dijo muchas veces que estamos viviendo el eclipse de Dios. Quien no reconoce a Dios, difícilmente reconocerá haberlo traicionado. Juan el Bautista no ignora que nuestro mundo vive en situación de pecado. Sin embargo, proclama la llegada de Aquel que puede liberarnos del pecado y de sus consecuencias.

• Además, Juan Bautista presenta a Jesús como el Cordero del mundo. Con esa imagen evocaba la cultura pastoril de su pueblo. Y, sobre todo, aludía a las víctimas ofrecidas en el templo. Como el cordero de la pascua judía, Jesús se entrega voluntaria y libremente en expiación por el pecado del mundo. Y por nuestro pecado.

Humildad y valentía

Pero hay algo más en las palabras pronunciadas por Juan el Bautista. Por una parte confiesa su ignorancia previa y, por otra, manifiesta la revelación que ha recibido del Espíritu.

• “Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar…” El profeta declara que el bautismo que él administra es tan solo su humilde contribución para que Jesús se manifieste a su pueblo.

• “He contemplado al Espíritu… que se posó sobre él”. El desconocimiento de Juan ha encontrado ayuda en la contemplación del Espíritu que guía a Jesús.

• “Yo no lo conocía, pero el que me envió me dijo…” El profeta no conocía a Jesús pero se sabía elegido y enviado por Dios para presentarlo como el esperado por las gentes.

• “Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”. Después de ver a Jesús, la ignorancia de Juan ha dejado paso al testimonio sobre Jesús, Hijo de Dios.

Padre nuestro que estás en los cielos, como a Juan el Bautista, también a nosotros nos has elegido y enviado. Y con la Ayuda del Espíritu nos vas guiando para que podamos anunciar a Jesucristo como Salvador y dar testimonio de su presencia en este mundo. Ayúdanos con tu gracia a cumplir esa misión con humildad y valentía. Amén.

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