El corazón nunca pasa de moda
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Si pensamos en valores fundamentales para cualquiera de nosotros como la empatía, la generosidad, el amor, la libertad, la valentía, la entrega, todos ellos tienen como epicentro nuestro corazón. En nuestro corazón bombea algo más que sangre, allí laten nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros anhelos, en buena medida nuestra vida.
Si el amor de Dios es capaz de latir al ritmo del corazón humano, celebrarlo no puede nunca ser algo desfasado o una devoción caduca. Celebrar el Sagrado Corazón de Jesús es descubrir que nuestro propio corazón está llamado a un amor inmenso, a reventar sus costuras para darse, a experimentar el gozo de amar de verdad. Y a la vez celebramos que Jesús siente como nosotros, que nuestras sufrimientos y alegrías, todo aquello que toca nuestro corazón, también es capaz de tocar el corazón de Dios.
En nuestra cultura los sentimientos son un motor fundamental, para bien y para mal lo que sentimos dirige la brújula vital de muchas personas. ¿No deberíamos anunciar con más claridad que en Dios también hay un corazón que siente? En su vida misma late un corazón como el nuestro. Si superamos los clichés podemos volver a descubrir que el corazón de Cristo no es una devoción de época, sino modelo y hogar para nosotros.
El corazón de Jesús es hogar, espacio de amor siempre abierto en el que tenemos un lugar para descansar. Hablar, confiar, creer en quien siente como nosotros, en quien ha vivido como nosotros, abre el espacio de encuentro que permite la amistad: dos corazones en diálogo.
Y es a la vez el modelo de nuestro corazón. El corazón humano cuando es habitado por Dios se da de sí, se expande hasta poder ser ese hogar. Nosotros estamos llamados a esos con nuestras dificultades y flaquezas. El corazón de Jesús debe ser nuestra aspiración, con absoluto realismo: un corazón que ama a propios y extraños, que perdona, que acoge el sufrimiento del otro, que está siempre dispuesto a abrirse.
¿Un corazón así se puede pasar de moda?
Javier Prieto
Seminarista de la Diócesis de Zamora