Del lado correcto
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En los últimos días se han sucedido artículos y reflexiones sobre la llamada #CancelCulture. Este anglicismo resume los movimientos censores que, desde hace algún tiempo, promueven la desaparición de las obras, reflexiones o figuras que no siguen los postulados identitarios sobre género, moral sexual y modo de vida.
Muchos pensarán que este nuevo debate político-cultural poco tiene que ver con la Iglesia, que no tenemos necesidad de entrar en una batalla en la que partiríamos en franca desventaja. Sin embargo, hace tiempo que estamos en ese frente, aunque muchos no lo supiesen.
¿Se han preguntado alguna vez qué peso tienen los autores cristianos en las facultades de filosofía? La filosofía occidental no puede entenderse sin Agustín, Anselmo, Tomás o Buenaventura. Sin embargo, el "san" que llevan todos delante les ha hecho merecedores de su arrinconamiento en muchos departamentos de historia de la filosofía. Y esto es solo un ejemplo.
No se trata de defender "lo nuestro", o de caer en el peligroso juego de convertirse en un colectivo que reclama la defensa de "la identidad católica". Se trata de optar por la Cultura y la Libertad. Defender que una inteligencia formada dispone de capacidades suficientes para valorar por sí misma si algo es correcto o no.
Por ello, no es necesario que una élite cultural decide que puede o no leer el pueblo. En algunos momentos de la Historia la Iglesia también ha actuado así, pero también de eso podemos aprender. Hoy debemos fijarnos en los monjes que guardaron las traducciones árabes de los filósofos griegos, en quienes se atrevían a leer a los reformadores, en la Escuela de Salamanca que desafiaba el pensamiento convencional de la época.
Hay muchas formas de reconocer las huellas del Dios creador, muchas de ellas están grabadas en el Ser Humano. Su talento innato para crear belleza, pensar el mundo y desarrollar ideas, su ser cultural, es una de esas huellas divinas. No dejemos que las modas, lo políticamente correcto, o las agendas ideológicas pongan puertas al campo.
Javier Prieto
Seminarista de la Diócesis de Zamora