Mirarse sin miedo
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
La crisis del COVID ha reducido casi todas las formas de vida social que conocíamos, también las referidas a la vivencia de la Fe. Nos hemos quedado con lo fundamental, y en la mayor parte de los casos de una forma extraordinaria. Es difícil evaluar que supondrá esto en el futuro, que frutos dará y que ramas habrá que poder. Lo que está claro es que lo accesorio y superfluo caerá.
Para muchos cristianos está siendo un tiempo intenso para fortalecer la fe, redescubrir la Palabra de Dios, valorar más los sacramentos. Sin embargo, no podemos obviar que también está dejando a la luz el hueco que genera el cristianismo social. Sin el marco sociocultural de la práctica religiosa, la Iglesia se queda en lo que es, en el grupo de fieles que con sus aciertos y errores quieren seguir al Señor. En otras palabras, los que sostienen la Iglesia del día a día. No se trata de buenos o malos, sino de sinceridad al mirar nuestra realidad, que hoy se nos muestra en sus verdaderas dimensiones.
La Iglesia católica en España hace tiempo que no es una Iglesia de masas, ni tiene porque serlo, pero las estadísticas de sacramentos, las "X" marcadas y las prácticas tradicionales sí parecían sostener cierta presencia social. Estos días estamos viendo, con la veracidad de quien se mira al espejo, que quizás somos más invisibles de lo que creíamos.
Es tiempo de desempañar el espejo y no tener miedo a nuestras flaquezas. En demasiadas ocasiones despreciamos los números pequeños. Necesitamos hablar a grandes audiencias, convocar un sinfín de seguidores, lograr un alto número de visitas y asegurarnos un papel en contextos en los que nadie nos espera, ni nos escucha. Estos esfuerzos no sólo son infructuosos, lo malo es que en demasiadas ocasiones se hacen a costa de quien realmente los necesita.
Por ejemplo, preguntémonos a quién interpelamos, a quién queremos dirigirnos. Tal vez sea mejor hablar a diez rostros concretos que lograr mil seguidores anónimos. Puede que ayudemos más con una llamada que con una publicación viralizada. Quizás logre más atención un mensaje breve y personal que una carta grandilocuente. E incluso, puede que transformemos más el mundo desde un grupo de Whastapp que desde una rueda de prensa.
Esto no son más que suposiciones de un seminarista en cuarentena, pero a lo mejor tenemos que asumir nuestra irrelevancia social para poder ser relevantes a nivel personal.
Javier Prieto
Seminarista de la Diócesis de Zamora