Aniversarios católicos en Japón, por José María Salaverri, sm
Madrid - Publicado el - Actualizado
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ANIVERSARIOS CATÓLICOS EN JAPÓN
Para recordar el 150 aniversario del encuentro de los cristianos clandestino en Japón (1865-2015), del que ya dimos cuenta, la Iglesia católica japonesa ha realizado una preciosa medalla conmemorativa del evento. La presentamos aquí. En el anverso está la imagen de la Virgen María ante la que "se reconocieron" los descendientes escondidos de los cristianos convertidos por los misioneros del siglo XVI. La Virgen lleva al niño que, casual o mejor dicho providencialmente, tiene abiertos los brazos en señal de acogida. La Virgen de la medalla lleva corona, pues desde entonces ha sido coronada oficialmente. Alrededor, en latín, va el nuevo título que la Virgen se "ganó" entonces: B.M.V. inventionischristianorum in Japonia. Es decir Nuestra Señora del Encuentro de los cristianos en Japón. Su fiesta, el 17 de marzo, día del descubrimiento.
El reverso ilustra el momento más importante del encuentro. Una mujer japonesa, en un gesto muy significativo, se lleva la mano derecha al pecho ycon la izquierda señala al padre Petitjean, de la iglesia de la "concesión" francesa de Nagasaki, mientras le dice: "Tenemos el mismo corazón que tú". Antes, se había asegurado de que aquel sacerdote era católico y no protestante. Veneraba a la Santísima Virgen, vivía en celibato y acataba la autoridad del Papa. El sacerdote abre los brazos en un gesto de asombrada y gozosa acogida. Alrededor, también en latín, se puede leer:"150 anniversariuminventionischristianorum in Japonia ?MMXV".
Aquellas mujeres le indicaron que casi todo el valle de Urakami, en la afueras de Nagasaki, estaba habitado por cristianos ocultos. Fueron de nuevo perseguidos, pero finalmente el Japón decretó la libertad de conciencia y de cultos.
También en agosto de este año se ha recordado el 70 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima. Todos los medios de comunicación se han hecho eco de ello. En cambio ha pasado más desapercibida la que se lanzó sobre Nagasaki unos días después, el 9 de agosto. Mucho más potente que la anterior, explotó precisamente sobre Urakami, el gran barrio católico. En total murieron más de 70.000 personas. Destruyó la gran catedral que los católicos, con gran esfuerzo, habían levantado allí y destruyó también la iglesia en honor de los XXVI mártires japoneses en la colina cercana.
De lo que no se ha hablado en los media, es que de los 15.000católicos del barrio de Urakami, perecieron unos 10.000. Es decir, en un instante, unas cinco veces más que las víctimas de varios siglos de persecución. Por lo menos eso se puede deducir del impresionante estudio "El martirologio del Japón (1558-1873)" publicado por el InstitutumHistoricum SJ. En ese libro de 850 páginas, el autor Juan Ruiz de Medina sj, señala 2075 mártires.
Entre los supervivientes de la bomba, aunque muy afectado, destacó el médico radiólogo, TakashiNagai (1908-1951), católico convertido. En el momento de la explosión se encontraba en el Hospital Universitario. Casado con la hija de unos descendientes de los católicos ocultos, perdió a su mujer que estaba en casa. Organizó la ayuda a los damnificados. Construyó una casita con los restos de madera y desde allí, aunque gravemente afectado por la radiación, se convirtió en símbolo de esperanza. Escribió libros para fomentar la paz y la reconciliación. El primero "Las campanas de Nagasaki", que tardó más de dos años en ser publicado por las reticencias de los ocupantes norteamericanos. Fue un éxito. Hoy un pequeño Museo recuerda al que a veces se llama el Gandhi japonés.
En la colina martirial se ha levantado un precioso complejo en honor de los XXVI mártires del Japón. Una explanada ante un muro permite contemplar las estatuas de cada uno de los mártires y organizar actos al aire libre en su honor. Hay además un museo, un centro de espiritualidad y una basílica. Un bello lugar muy visitado, incluso por los no cristianos. En Japón, todos respetan y hasta están orgullosos de sus valientes antepasados. Son para ellos los samuráis cristianos. Admiración toda, pero convertirse es otra cosa. Toca rezar.
José María Salaverri, sm