La Asunción de María, por José-Román Flecha, en Diario de León (15-8-2015)

La Asunción de María, por José-Román Flecha, en Diario de León (15-8-2015)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La Asunción de María, por José-Román Flecha, en Diario de León (15-8-2015)

Ante la fiesta de la Asunción de María, San Juan de Ávila invitaba a los fieles a alegrarse por el triunfo de María. Para él ésta era la fiesta de la libertad, de la gloria cumplida y de las esperanzas realizadas.

Pero sabía Juan de Ávila que poco presta la contemplación sin la acción y el regusto sin el esfuerzo. La celebración de la Asunción de María a los cielos le sugería, pues, una sencilla exhortación adornada de una pizca de dramática poesía: "Estemos, pues, muy atentos, y no perdamos de vista a esta Señora, tan acertada en sus caminos y tan verdadera estrella y guía de los que en este peligroso mar navegamos".

El relato evangélico que hoy se proclama recoge el canto gozoso y agradecido de María (Lc 1, 39-56). Sus estrofas no miran tanto a la obra del hombre cuanto a la obra de Dios. El canto del "Magnificat", en efecto, revela, proclama, canta y agradece el estilo de Dios.

– "Ha mirado la humillación de su esclava". Más que una confesión personal es un resumen de la historia entera de la salvación. Frente a la altanería de los poderosos, con frecuencia injusta y despiadada, se alza la misericordia del Dios que apuesta por los débiles y oprimidos.

– "Me felicitarán todas las generaciones". En otros tiempos le había sido prometido a Abraham que por él se bendecirían todos los linajes de la tierra (Gén 12,3). La antigua profecía se ha cumplido en María. Gracias a Jesús, fruto bendito de su vientre, la bendición de Dios se convierte en bienaventuranza para todos los que lo siguen.

– "Ha hecho obras grandes por mí". Lo mismo pudieron decir Sara, madre de Isaac, y Ana, la madre de Samuel. Para María, las grandes obras de Dios incluyen el ser la madre de Jesús. Pero comprenden las riquezas del Reino que por Jesús se revelan y se otorgan a los pequeños y a los humildes.

La visión del Apocalipsis coloca a la Iglesia en el centro de la bóveda celeste (Ap 12,1). La liturgia ve esa profecía a la luz que ilumina la vida de María:

Esta fiesta de María levanta nuestros ojos a lo alto. Y ofrece también a toda la humanidad un rebrillo de esperanza en medio de tantas crisis, de tanta barbarie y de tanta sangre derramada sobre la tierra.

José-Román Flecha Andrés

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