Bien común, paz y evangelización, claves de la diplomacia vaticana ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Bien común, paz y evangelización, claves de la diplomacia vaticana ? editorial Ecclesia
El Papa Francisco y la diplomacia de la Santa Sede han vuelto, en los últimos días, a protagonizar no solo la actualidad vaticana, sino también la crónica internacional mundial. Todo ello a propósito de los encuentros del Santo Padre con los presidentes de Cuba y de Palestina y los anuncios de que el viaje papal a Cuba será una visita apostólica en toda regla, no una escala técnica como al comienzo se pensó, y del próximo reconocimiento vaticano del Estado de Palestina (páginas 35 y 36).
No cabe duda de que estos hechos son especialmente significativos e importantes. No cabe duda tampoco de que en ellos se percibe inequívocamente el acento y el impulso pastoral de Francisco. Y no cabe duda tampoco de que todo ello se inscribe en la línea del mismo y paciente servicio que desde hace décadas presta la diplomacia vaticana en sus relaciones, en general, con todos los países del mundo y, en particular, con los dos países citados.
La diplomacia vaticana es una de las más veteranas y prestigiosas de todo el concierto internacional. Ya en nuestro Editorial del 27 de diciembre pasado (número de ecclesia 3.759), en el contexto del anuncio histórico, diez días antes, del desbloqueo en las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos de América y Cuba, ofrecimos algunos datos y consideraciones muy relevantes al respecto, que ahora bueno será recordar y actualizar.
El bienestar de los ciudadanos, el servicio a la comunidad católica y a la evangelización y a la contribución de la paz son, en efecto, los primados de la diplomacia vaticana. En ellos, de modo transversal, incisivo y permanente, se inscriben, asimismo, la defensa de los pueblos más pobres y preteridos y el compromiso por la justicia social y la fraternidad. La diplomacia vaticana, cuyo primer servidor es el Papa, no va contra nadie, no entra en liza entre las partes, no antepone los intereses económicos ni las alianzas geoestratégicas. La diplomacia vaticana busca la concordia y las "decisiones audaces a favor de la paz".
Y la paz en Oriente Medio y, en concreto, en Tierra Santa pasa ineludiblemente por la concordia entre judíos y palestinos. Una concordia que requiere la convivencia en libertad, en seguridad, en respeto y cooperación entre ambos pueblos. Y todo ello conlleva el reconocimiento, por ambas partes, de sus identidades nacionales, dicho de otro modo, de que tanto Israel como Palestina son Estados independientes y soberanos. Y es que, tras largas, sangrientas y dolorosas décadas de conflictos ininterrumpidos, no hay alternativa para la paz que no sea esta.
Así lo entendió la Asamblea General de la ONU cuando, el 29 de noviembre de 2012, admitió a Palestina como "Estado observador". Desde entonces, 135 países de todo el mundo han reconocido a Palestina como Estado. Y desde entonces, la Santa Sede cada vez que se refería, en sus informaciones, a Palestina la citaba ya como "Estado", de modo que nada tiene de extraño que al acuerdo diplomático alcanzado el miércoles 13 de mayo anuncie el próximo reconocimiento oficial de esta realidad estatal para Palestina. Y esta decisión no es tomar parte en el sempiterno conflicto citado, no va contra Israel, sino que busca servir a la paz. ¿Qué otra salida justa, razonable y comprometida con el bien común y el bien de todos hay para ambos países y sus respectivos ciudadanos?
En relación a Cuba, la Iglesia católica lleva desplegando desde hace más de medio siglo encomiables dosis de paciencia, perseverancia, siembra, discreción y prudencia, todas ellas virtudes capitales para el buen gobierno y el servicio público. Que Francisco ahora vaya a realizar una visita apostólica de cuatro días a este querido país, que reciba a su presidente y que se prodigue en gestos de cercanía hacia la isla, no son sino muestras ?reiteradas muestras- de interés, cercanía y celo pastoral y de servicio a la comunidad católica y a toda la ciudadanía cubana. Así lo hicieron también Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes viajaron a la llamada "perla del Caribe" en enero de 1998 y marzo de 2012, respectivamente. Ambos viajes no supusieron la "revolución" automática que algunos hubieran deseado. Pero no cabe duda de que fueron una extraordinaria siembra de humanidad, de evangelización y de concordia.
Y en estas seguimos, subrayando, sí, acentos y sensibilidades, como los que ahora, venturosa y proféticamente, imprime Francisco.