Campo de Trabajo en Centro Penitenciario de Martutene en San Sebastián
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Campo de Trabajo en la prisión de Martutene, 2016. Una experiencia de misericordia
Querido lector: Estos últimos días he podido disfrutar de una grata experiencia de misericordia. No sabía lo que me iba a encontrar al llegar al Centro Penitenciario de Martutene y me veía condicionado por los prejuicios y estereotipos de la sociedad. En las películas siempre se muestra que las cárceles se encuentran llenas de hostilidad. A pesar de que la primera vez me sentí paralizado, con el paso de los días me fui dando cuenta de que Martutene es un reflejo de la sociedad: aquí hay personas de todo el mundo, diversas culturas, religiones de todo tipo…
Este año se me ha brindado la oportunidad de vivir una experiencia de misericordia en la prisión trabajando los siguientes valores: el perdón, el acompañamiento, la acogida, la escucha, la mirada y el servicio. Estos temas han sido importantes porque me han ayudado a reflexionar sobre mi día a día.
El perdón, es un valor de gran relevancia para una persona que ha cometido un delito, y por eso los organizadores del campo de trabajo pensaron que era un importante tema para comenzar. En esta sesión nos habló un laico que hizo referencia a su experiencia personal de conversión. Hubo dos frases que me marcaron: "el único que puede perdonar es Dios" y "a veces lo más complicado es perdonarse a uno mismo". Descubrí que uno de las principales dificultades que tienen los presos es la perdonarse a sí mismos para poder iniciar un proceso de renovación personal de autoestima y de recuperación del sentido de la vida.
La acogida fue presentada por un matrimonio cuyo compromiso cristiano es la acogida de emergencia de niños en riesgo de exclusión. Me impactó su compromiso y cómo veían el no poder tener hijos como una puerta que da paso a ayudar a niños que verdaderamente lo necesitan. Descubrí que Dios busca al hombre sea cual sea la situación en la que se encuentre.
El valor del acompañamiento fue dirigido por un Jesuita dedicado a la reinserción de personas privadas de libertad , que necesitan ayuda para rehacer sus vidas en una sociedad que, en muchas ocasiones, las excluye. Nos habló de la problemática que están viviendo actualmente en Europa los refugiados y de la falta de apoyo que sufren los privados de libertad para su incorporación a la sociedad.
La importancia de la escucha sin prejuicios fue la base de la cuarta charla animada por el Delegado Diocesano de la pastoral de la salud. A través de una dinámica profundizamos en la importancia de la escucha en un mundo tan cerrado en sí mismo y que juzga al prójimo desde sus propios prejuicios. Tomamos conciencia de que lo realmente importante es la persona.
Respecto a la mirada, dirigida por una psiquiatra, recibimos diferentes pautas para lograr observar más allá de lo que vemos, tomando conciencia de lo que estamos observando, cómo lo hacemos y qué sentimos en ello. Conseguimos entender que la mirada es un reflejo del alma y descubrimos que frecuentemente en nuestras conversaciones evitamos mirarnos a los ojos para no mostrar lo que sentimos o pensamos. Nos ayudó a ver la prisión y a los internos desde un nueva perspectiva.
El tema de los valores concluyó con el servicio. Fue impartida por una Hija de la Caridad. Nos transmitió que, así como antes de ser voluntaria de la cárcel solo había vivido del servicio corporal, como enfermera; al empezar a entrar en prisión aprendió que el servicio va más allá de una atención material, es la entrega de uno mismo.
Por otro lado, hemos tenido la oportunidad de recibir una formación penitenciaria de la mano de los profesionales que trabajan en el centro y de este modo hemos podido descubrir más de cerca el funcionamiento de la cárcel. Entre otras cosas los diferentes programas de tratamiento que se llevan a cabo con el fin de poder reinsertar a los internos en la sociedad. En sus palabras podíamos ver el entusiasmo y el compromiso con el que ejercen su profesión, y conocer mejor el resto de entidades con las que colaboran para desarrollar su labor.
La cárcel ha suscitado en mí diferentes emociones, pensamientos y reflexiones, que en un principio eran complicadas de identificar. Al entrar por primera vez encontré un lugar frío y poco acogedor. Un sentimiento de inseguridad me invadió. Fue la eucaristía celebrada por el Capellán, el primer día de nuestra entrada, lo que generó un ambiente mucho más distendido, ya que fue el primer momento en el que tuvimos la oportunidad de romper el hielo dándonos la paz y charlando después.
Con el transcurso de los días, pudimos comprobar que, gracias a la acogida que los internos nos dieron, aumentaba la naturalidad, ya que pudimos percibir que, a pesar de los lugares de dónde provienen, la edad, la cultura, las dificultades que han atravesado? son personas, al igual que todos nosotros, que merecen el mismo respeto y una segunda oportunidad. Aunque he de admitir que no todo ha sido tan fácil como parece. Temíamos que con nuestras conversaciones pudiéramos abrir heridas que no pudiéramos cerrar, no saber respetar sus silencios y sus deseos de hablar o no con nosotros.
Por último, quiero agradecer a todas las personas implicadas su impagable labor ya que han conseguido que estos días sean inolvidables. A los internos, a los que he tenido la oportunidad de conocer, compartir sus vidas y el abrirme una nueva realidad. Por todas estas emociones que he vivido, he querido compartir contigo la huella que ha dejado en mí esta experiencia de misericordia.