El carnaval según el arcipreste de Hita, por Fidel García Martínez

El carnaval según el arcipreste de Hita, por Fidel García Martínez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El carnaval según el arcipreste de Hita, por Fidel García Martínez

En esa joya literaria que es Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, una de las cimas de la Literatura Universal, como lo es El Quijote, La Vida es Sueño o Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, tan vinculado a Guadalajara por Pastrana se narra una batalla gastronómica de proporciones épicas entre dos ejércitos dispuestos estratégicamente por ambos generales, Don Carnal y Doña Cuaresma que con sus huestes carnes y pescados tratan de imponer su prepotencia al otro.

La batalla empieza con el triunfo arrogante de Don Carnal y su vitalismo hedonista y gastronómico que impone a Doña Cuaresma un silencio sepulcral, taciturno y lúgubre; es el triunfo de la orgía perpetua del casi todo vale camuflado en el disfraz. Todo cambia con la llegada del Miércoles de Ceniza en el que Doña Cuaresma impone su austeridad en forma de ayuno y abstinencia, oración y penitencia: es el triunfo de la humilde sardina sobre el orgulloso rey gochu.

Con este simulacro bélico el genial Arcipreste de Hita, Juan Ruiz, no hecho sino plasmar poéticamente una tendencia básica que domina en el ser humano: la lúdico-festiva que tiende a relevarse contra la opresión excesiva de una sociedad que lo somete a una unidimensionalidad dominada por la tecnocrática, con la que toda la vida humana está sometida al control de la producción material y a la deshumanización alienante que prescinde de toda trascendencia moral y religiosa, que de sentido a su vida.

Don Carnal y Doña Cuaresma se necesitan, porque la vida no es sólo hedonismo irredento, ni tampoco pesimismo que sólo conduce a la angustia y al sinsentido. El Carnaval y La Cuaresma en la tradición en la que nacieron sólo tienen sentido en la Pascua de Resurrección. El genial Chesterton estaba en lo cierto cuando afirmaba que la postmodernidad laicista había secuestrado las fiestas cristianas y las había enloquecido al privarles de su sentido originario, como ha pasado recientemente con las cabalgatas de la Epifanía y pasa ahora con la entrada en el Carnaval y la Cuaresma. Fuera del tiempo litúrgico católico son un puro esperpento paganizante.

Como escribe el Arcipreste: Acercándose viene tiempo de Dios Santo// fuime para mi tierra para holgarme algún tanto// Después de siete días era Cuaresma; ¡cuánto// miedo por todo el mundo puso y qué gran espanto//

Fidel García Martínez, Catedrático Lengua Literatura Doctor Filología Románica

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