Católicos y científicos: Celso Arévalo, por Alfonso V. Carrascosa, Científico del CSIC
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Católicos y científicos: Celso Arévalo, por Alfonso V. Carrascosa, Científico del CSIC
Seguimos recordando en ECCLESIA DIGITAL a científicos católicos que se dedicaron a la especialidad de la ecología.
Celso Arévalo fue el primer español que hizo investigación científica en ecología, y trabajó en el Museo Nacional de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC), mayor organismo público de investigación española de la historia, fundado por el propagandista Ibáñez-Martín y por el miembro del Opus Dei Jose Mª Albareda, que acabaría institucionalizando dicha disciplina con la creación del Instituto de Edafología, Ecología y Biología Vegetal del CSIC. Después de Celso Arévalo y Albareda, también investigarían en ecología en el CSIC los científicos católicos practicantes Balcells, Monserrat, Margalef y González-Bernaldez. Esto muchos de los actuales ecologistas no lo saben. Tampoco los católicos.
En la segunda mitad del siglo XIX aumentó el interés de los naturalistas por las relaciones de los seres vivos con su medio ambiente hasta que en 1866 Ernst Haeckel creó la palabra ecología para definirlas. Celso Arévalo nació en Ponferrada en 1885, donde pasó su infancia. Quería ser ingeniero de minas, pero los costos de los estudios de la época y el precario sueldo de su padre, profesor de enseñanza media, le llevaron a cambiar de idea, solicitando una beca para estudiar filosofía y letras, que tampoco cursó, finalizó en Madrid los estudios de ciencias naturales con premio extraordinario de carrera, doctorándose en 1904. Cursó después farmacia y fue pensionado para iniciarse en la investigación en la Estación Marítima de Santander.
De profesor de prácticas de zoología en Madrid, pasó a auxiliar de ciencias naturales en Zaragoza, ganando el puesto de catedrático de instituto de Mahón en 1909 y dejando así la universidad, donde por aquella época se ganaba menos. En 1912 ganaría la Cátedra de Historia Natural y Fisiología e Higiene en el Instituto Técnico de Valencia, donde se trasladaría y comenzaría a introducir en España la limnología, también llamada hidrobiología, ciencia que estudia la vida en las aguas dulces, montando el primer laboratorio científico sobre dicha disciplina en nuestro país, al que incorporó además a 8 miembros, todos ellos religiosos consagrados jesuitas y escolapios, profesores de instituto como él, que fueron quienes pusieron en marcha la investigación científica en ecología en el denominado Laboratorio de Hidrobiología, puntero en España para aquella época. A este laboratorio terminaron afluyendo estudiantes extranjeros, tal era la novedad y el nivel del investigador oriundo del Bierzo.
En 1918 llegaría a Madrid, nuevamente como Catedrático del Instituto Cardenal Cisneros, y se incorporaría al Museo de Ciencias Naturales hoy del CSIC, como investigador naturalista, donde dada la valía y el prestigio del candidato se le asignó una Sección de Hidrobiología, a la que trasladó su laboratorio valenciano, con lo cual continuó su fructífera tarea investigadora. Publicó libros sobre biología y geología, conocimientos que supo compaginar y aplicar al estudio del agua con un enfoque sistemático, esto es, propiamente ecológico. Miembro de la Real sociedad Española de Historia Natural, se dedicó también como pionero al estudio de la historia de las ciencias naturales, escribiendo el primer libro sobre el tema: "La Historia Natural en España". Políglota y polifacético, hombre de profundas convicciones religiosas, falleció en Madrid en 1944.
Fundó la Asociación Nacional de Historiadores de la Ciencia Española y de la Hermandad de san Isidoro y fue presidente honorario de la Real Sociedad Española de Historia Natural: sección Valencia, iniciador de la investigación en Historia de las Ciencias Naturales en España, y de la Ecología. Cuando falleció era director del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, y Vicedirector del Instituto José de Acosta del CSIC. Era Doctor en Ciencias Naturales, miembro de la comisión de Bibliografía científica de la Real Academia de Ciencias físicas, Exactas y Naturales, y delegado español en el congreso Internacional Hidrobiológico de Roma.
Profundo admirador del también católico y científico Marcelino Menéndez-Pelayo, su biógrafo Santos Casado de Otaola afirma con rotundidad que, además de pionero en la ecología, era católico convencido. Su discípulo Luis Pardo García, en su necrológica, abundaría en la misma línea al afirmar que su primera religión era la católica, y la segunda enseñar, resaltando la ejemplaridad cristiana con la que vivió su dolorosa enfermedad, y cómo innovó en las tareas pedagógicas de las ciencias naturales favoreciendo el uso de las colecciones como material de prácticas.
REFERENCIAS
S. Casado de Otaola ( 2000). Los primeros pasos de la ecología en España. Ed. Organismo Autónomo de Parques Nacionales, Ministerio de Medio Ambiente