Católicos y Científicos: Primo Yúfera, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
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Católicos y Científicos: Primo Yúfera, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
El arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, en un mensaje enviado desde Roma, donde se encontraba por la beatificación de los mártires españoles de la persecución religiosa, describió a Eduardo Primo Yúfera, fallecido en 2007 ?Año de la Ciencia- a los 89 años de edad, como "un regalo para la familia, para la sociedad y para la Iglesia", calificando de "irreparable pérdida para todos los valencianos" y destacando "su ejemplar vida cristiana e incondicional colaboración con la Iglesia". Era miembro del Consell Valencià de Cultura (CVC), y había presidido el CSIC. Al ser el 50 aniversario de la fundación del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (CSIC) de Valencia, recordamos su memoria histórica, ya que él fue químico.
En el mensaje, leído en sus exequias presididas por el obispo auxiliar de Valencia Esteban Escudero, comentaba García Gasco haber "tenido la dicha de tratarle personalmente" y recordar "con emoción al hombre sabio, prudente y cercano, que presumía de ser cristiano". Igualmente, describía al investigador fallecido como un "hombre de fe, que ha sabido configurar su vida desde el Evangelio, y cuyas profundas convicciones han iluminado su vida familiar, sus relaciones sociales y su quehacer científico y docente, uniendo fe y ciencia".
El murciano Eduardo Primo Yúfera (1918-2007), como consta en la web del CSIC, fue licenciado en Ciencias Químicas (1941) por la Universidad de Valencia, y se doctoró en la de Madrid (1944). Sus primeras investigaciones se centraron en aplicaciones relacionadas con los productos agrícolas de la región valenciana (arroz y naranja). Tras haber disfrutado de diversas becas en el CSIC, obtuvo en 1950 una plaza de investigador, y dos años más tarde se trasladó a la Universidad de Basilea en donde trabajó en el laboratorio del Premio Nobel Dr. Tadeo Reichstein.
De regreso a Valencia creó el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos del CSIC, del que fue su primer director hasta 1974. En 1964 obtuvo la cátedra de Bioquímica y Química Agrícola de la Universidad Politécnica de Valencia, Universidad en la que fue Vicerrector de Investigación (1972). De 1970 a 1974, precisamente los años de presidencia en el CSIC de Gutiérrrez-Ríos, otro católico y científico al que Ecclesiadigital le ha dedicado un artículo en su sección de firmas, fue presidente del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de los Alimentos, que no llegó a fraguar, pero que indica su principal inquietud gestora gracias a al que hoy existe una red de centros del CSIC dedicados a tecnóloga de los alimentos, pudiéndosele considerar el creador de la misma, el organizador de la actividad científica del CSIC en tecnología de los alimentos, ámbito hoy tan importante de trabajo, dentro del cual se incluyen mis investigaciones en microbiología de los alimentos.
A partir de 1959, ocupó diversos cargos en el Patronato "Juan de la Cierva" que coordinaba la investigación tecnológica, de donde pasó a la Vicepresidencia del CSIC (1971-1974). Entre 1971 y 1977 fue Procurador en Cortes. Desde 1976 estuvo vinculado a las actividades del Club de Roma, en cuya implantación en España fue uno de los principales agentes. Fue miembro de numerosas asociaciones científicas, culturales y sociales nacionales e internacionales. Desde 1994 es miembro de la New York Academy of Sciences.
Recibió numerosos galardones científicos entre los que cabe destacar: Juan de la Cierva a la investigación técnica (1961); Francisco Franco a la investigación científica (1968); Torres Quevedo de investigación tecnológica (1988) y Rey Jaime I en la modalidad de Nuevas Tecnologías (2001). Estaba en posesión de la Medalla de oro de la Universidad Politécnica de Valencia (1990); de la Encomienda (1951) y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio (1971); y de la Medalla al Mérito en el Trabajo, en su categoría de oro (2004); y del título de valenciano ilustre (2005). Fue autor de numerosos libros, entre ellos ‘Herbicidas y fitorreguladores’ (1968), ‘La deficiencia proteica en la alimentación de la Humanidad’ (1977), ‘Química agrícola’ (1978), ‘La investigación, un problema en España’ (1981) y ‘Ecología química’ (1991).
Como contribución al Atrio de los Gentiles que Benedicto XVI promovió, pero también como acción de Pastoral Universitaria dirigida a los católicos y hombres de buena voluntad, esta semblanza increíble pero cierta de otro de tantos ejemplos claros de que razón y fe, o ciencia y religión, o Iglesia e investigación con términos en absoluto excluyentes.