'Creer en la resurrección', por Roberto Esteban Duque
"Comprender que fuimos creados para la eternidad reorienta radicalmente nuestras prioridades, nos hacer ver cada momento como una resurrección inminente"

Publicado el
5 min lectura
Hay un camino que solo cada uno puede recorrer y comprenderlo, que requiere una determinada manera de ser; existe una sabiduría imposible de ser acumulada, como si de un conocimiento científico se tratase; perviven unas verdades objetivas que exigen unas cualidades subjetivas para ser descubiertas y poder ser acogidas y recibidas, una integritas capaz de ofrecer consistencia a nuestras vidas.
Aunque se nos dice, ebrios de trivialidad, que este mundo material es todo cuanto existe y las filosofías modernas intenten convencernos de que el bien del hombre se encuentra en esta tierra, el cristianismo cree en su fragancia sacramental, siendo todo en él, como sostenía C. S. Lewis, “un recordatorio de un país lejano”, “el aroma de una flor que no hemos encontrado, el eco de una melodía que no hemos escuchado, noticias de un país que aún no hemos visitado”. Para creer en la resurrección de Jesucristo se necesita esa metanoia, la conversión y el arrepentimiento para adquirir una “nueva mente”, una profunda modificación del ser humano, preparado así para no complacerse con demasiada facilidad en deseos débiles cuando se nos ofrece una alegría infinita.
La fe en la resurrección exige también el amor
Pero la fe en la resurrección exige también el amor, la fe consiste en alinear nuestro corazón con el corazón de Dios; y su corazón está lleno de amor. Si Cristo no resucitó, está muerto y descompuesto; en este caso, es un maestro cualquiera y ya no puede ayudar, quedando huérfanos y solos. Pero si realmente he de salvarme, lo que necesito es certeza, es fe en lo que necesita mi alma, no mi inteligencia especulativa. Por eso, quizás podemos decir: “solo el amor -sorprende Wittgenstein- puede creer en la Resurrección. O: es el amor el que cree en la Resurrección”. Los Padres del Desierto hablaron de una primera resurrección del alma que acontece cuando, superadas las pasiones, hemos alineado nuestra voluntad para amar a Dios sobre todas las cosas; después vendrá una segunda resurrección del cuerpo. Si todo marcha bien, vamos a la muerte ya resucitados. La felicidad que nace del amor es un anticipo de la vida resucitada, es un amor que nos eleva por encima de lo temporal hacia la eternidad, porque para los católicos, escribe Chesterton, “es un dogma fundamental” que todos los seres humanos fuimos hechos “con el fin de alcanzar el blanco de la Bienaventuranza”, hechos para la vida eterna, que es la vida misma que también puede vivirse en el momento presente sin verse amenazada por la muerte física.
Hay una última condición o estado subjetivo para creer en la resurrección: la virtud teologal de la esperanza. En su clásico Portal del Misterio de la Esperanza, Charles Péguy imagina la fe, la esperanza y el amor como tres hermanas. La fe y el amor son mayores, y la esperanza es la menor y la más pequeña. Sin embargo, “la fe solo ve lo que es, pero ella (la esperanza), ella ve lo que será; la caridad solo ama lo que es; pero ella, ella ama lo que será”. La esperanza puede prever lo que será, y así fortalece tanto la fe como la caridad. Estar seguro de la resurrección requiere más que un movimiento de la mente, solicita un movimiento del corazón; no tanto “girar con el cuerpo”, como señala con profundidad san Agustín en la visión de María Magdalena, sino “girar con el corazón” para reconocer al Resucitado. Cristo corrige y amplía la visión de Magdalena para ayudarla a ver no solo su carne resucitada, sino también su divinidad. Para conocer la certeza de la resurrección, el corazón debe abrirse a Dios. Y, a su vez, la esperanza segura de la resurrección nos persuadirá del amor de Dios.
La esperanza puede prever lo que será, y así fortalece tanto la fe como la caridad
Es la luz de la Resurrección la que nos permite apreciar este mundo con la debida perspectiva y responder con la acción adecuada, vivir ya con la convicción de caminar hacia esta alegría para ser más generosos, llevando a la vida cotidiana gestos de paz, obras de reconciliación y de amor, dejando atrás, como exhorta san Pablo, nuestra antigua manera de vivir para revestirnos de un nuevo hombre. De vez en cuando, si sabes mirar reconocerás cerca personas revestidas, despojadas de sus viejas túnicas, personas enamoradas capaces de desplegar con humildad el don de una fragilidad transformada. El santo con un alma que se eleva al cielo no olvida el mundo, sino que se encuentra en la posición más radicalmente libre para transformarlo. Chesterton describe esto diciendo que debemos ser “suficientemente paganos para morir por el mundo y suficientemente cristianos para morir a él”.
Los encuentros con Cristo tras la resurrección, dirá el obispo de Hipona, son un momento de sanación en el que Cristo concede a sus seguidores el don de una fe dañada (defecta) por su muerte y ahora reparada (refecto) por su resurrección. La fe de Tomás en Cristo está debilitada por la duda, rechazando el anuncio de los apóstoles; como el caso de Magdalena, cuya visión estaba debilitada por el dolor, la aparición de Cristo sana la vista y la fe de Tomás. La fe de Pedro se encuentra debilitada por el miedo, manifestando un celo extremo cuando jura no negar jamás a Jesús; fortalecido por la resurrección, cumplirá lo que, siendo débil, prometió demasiado pronto. Al conceder este don de la fe, Cristo les enseña a verlo de nuevo con el don de una fe que sana y fortalece la esperanza y el amor, transformados ya por su carne gloriosa. Comprender que fuimos creados para la eternidad reorienta radicalmente nuestras prioridades, nos hacer ver cada momento como una resurrección inminente. La fe, la esperanza y el amor nos permiten compartir la vida eterna con el Eterno, estar en relación con alguien que, perteneciendo a la eternidad, es inmediato a cada hombre. Nuestra vocación es ser testigos, martyria, “mártires de la resurrección” en el valle de la muerte, que espera su transfiguración y consumación.