Diplomacia vaticana

El periodista Mario Alcudia reflexiona sobre el Simposio de Estudio con motivo del 60 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Corea del Sur

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Diplomacia vaticana

Mario Alcudia

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Esta semana el Secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano ha participado en Seúl en el Simposio de Estudio con motivo del 60 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Corea del Sur. Decía monseñor Gallagher que la diplomacia en la Iglesia es un instrumento de esperanza. Recordaba lo que el Santo Padre llama "la tercera guerra mundial a pedazos" ante fenómenos como la carrera armamentística, la amenaza nuclear o el terrorismo, que hacen oscilar a la humanidad entre el miedo y la esperanza. Por eso, señalaba el arzobispo, la Iglesia y las estructuras de la diplomacia están unidas por la misma tarea, la de ser signo de esperanza.

Desde hace siglos el Vaticano y el Papa, a través de sus representantes, han buscado establecer, mantener y mejorar las relaciones diplomáticas. A día de hoy, la Santa Sede mantiene presencia y relaciones consolidadas con más de 180 países, jugando un papel decisivo en la promoción de la paz, los derechos humanos y la justicia social en todo el mundo. Todo a través de su red global de embajadas, con sus nuncios al frente o con los enviados seleccionados por el Papa para abordar asuntos específicos.

Uno de nuestros más reconocidos nuncios, monseñor Maury, decía que la vaticana es una diplomacia que no tiene elementos militares ni comerciales sino tan solo que se pone al servicio del hombre, el trabajo por paz, la convivencia y las relaciones humanas.

El Vaticano trabaja para abogar por los derechos de los más vulnerables, incluyendo a las minorías, los refugiados, los desplazados internos y las víctimas de la pobreza, promoviendo además el diálogo interreligioso, como medio decisivo para alcanzar la paz. Conviene recordar que la Santa Sede es observador permanente ante las Naciones Unidas.

La política exterior vaticana se ve influida por el sello del Papa, su potencial mediador y pacificador debido a la gran autoridad moral de la que goza como referente ético incuestionable. En este caso, Francisco que, además, aporta su modo personal de entender y aplicar esta diplomacia, focalizando la tarea en la acción humanitaria, la protección de los derechos de los más pobres y marginados y el diálogo interreligioso y cultural, promoviendo una cultura de encuentro y del diálogo, tratando así de hacer renacer la dimensión moral en las relaciones internacionales.

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