Dos franceses y modernos misioneros

Dos franceses y modernos misioneros

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El día 26 de Mayo, hermoso mes María para la Iglesia Católica, el Papa Francisco, amante de los santos de la puerta del enfrente, firmó el decreto para la beatificación y canonización de dos personas de la que antes se llama Hija Predilecta de la Iglesia, hoy la laicista negativa Francia, a pesar del liberal Macron que reivindica la importancia de la Iglesia Católica en la Historia de Francia. Son los paisanos de la santa más grande de los tiempos modernos y patrona de las Misiones Católicas San Teresita del Niño Jesús, la de la lluvia de Rosas, que nos dejó en uno de los libros más hermosos de la literatura francesa la Historia de su Alma. Uno de estos nuevos santos es un personaje singular Charles de Foucauld, el brillante y mundano militar, que abandonó su espada a los 43 años para enterrarse en el desierto del Sahara y donde fue asesinado en Tamantasse a los 56 años en 1916. Su vida de monje solitario es una aventura a lo divino increíble, pero cierta. Estuvo viviendo con los hombres azules del desierto, los tuaregs, un pueblo olvidado y pobre. Amigo de musulmanes de los que admiraba su piedad, quiso convertir a la fe católica a alguno, no fue posible pero convivió con ellos. Entendió como lo hizo Francisco Javier que la amistad era un buen método para la evangelización. Emprendió un diálogo interreligioso. Trabajó intensamente para preservar la cultura de los que pueblo que convivían con él: elaboró un diccionario en francés tamacheq y recopiló una gran cantidad de canciones y poemas del folklore que los rescató de un pérdida segura. Como dice una buen conocedor de la persona de Foucauld, Pablo d? Dors , es el símbolo del fracaso apostólico según San Pablo, sembró pero otro cosechó, porque 100 años después de su martirio tiene miles de seguidores, que se consideran sus hijos espirituales.

La otra francesa misionera que será beatificada, es una joven Francesa de familia acomodada Pauline Marie Jaricot, quien abandonando un futuro cómodo, decidió entregare totalmente a acción misionera sin abandonar su casa paterna, dedicándose a los pobres y al anuncio del Evangelio. Con gran visión y creatividad persuadió a un grupo de personas en su mayoría empleadas en la empresa de su padre, para orar y sacrificarse por las misiones ofreciendo pequeños donativos. Así fue conformando grupos de 10 personas, llegando en pocos meses la cadena se solidaridad misional superó las 1.000 personas. Había nacida esa gran institución misionera católica conocida como Asociación de la Propagación de la Fe, el 3 de mayo de 1822. Pauline-Marie vivió como una asociada más. Un siglo después el papa Pío XI otorgó a su obra de la Propagación de la Fe el reconocimiento de Pontificia y la reconoció como el órgano oficial de la Iglesia para las misiones. El mismo Papa instituyó en 1926 lo que sería el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, el popular DOMUND.