Estancia en Galilea
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Estancia en Galilea
¿Qué me pasa esta vez en Galilea?
No he cruzado a la mañana las aguas del mar de Tiberiades, más guardo la memoria de la hora nocturna, rezada sobre popa, leyendo los pasajes de las travesías del Maestro con los suyos, en las que hubo atardeceres colmado de amistad y de abundancia de pesca. Mas, pronto el sol se oscureció y entrados en la noche, los Evangelios se detienen a describir el miedo, el grito de socorro, por la tormenta desatada, el oleaje violento, la soledad humana de aquellos pescadores.
Si esta vez no hubo travesía al alba, no por ello dejó de hablar el Lago en la ribera, y se acumularon las escenas amigas, en la que se ve a Jesús andar con los discípulos. La elección de los primeros seguidores; el nombre pronunciado de cada uno de ellos; la invitación a seguir al Nazareno; el almuerzo de Pascua?
Una resonancia nueva han despertado las aguas en el recorrido de los lugares santos del entono al Lago. Al caer de la tarde, en Magdala, se imponía en la conciencia el privilegio de sentirme, sin motivo y sin derecho, llamado por Jesús, amigo.
Encontrar a un amigo es un tesoro dice la Escritura, y el texto sagrado afirma: "La Sabiduría, entrando por las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas". Un día, el Maestro no pudo retener para sí el sentimiento amigo, y les confesó a los que le seguían: "A vosotros os llamo amigos". Esta declaración, se ha quedado esta vez como regalo, a mi paso por la ribera del Mar de Galilea.
Reconozco que nunca puedo superar el examen de amor amigo, cuando el Maestro, dirigiéndose a Simón, le pregunta: "Simón de Juan me quieres". Yo solo me atrevo a responder, personalizando la escena: "Señor, Tú solo sabes si te quiero". Pero inmediatamente salta a la conciencia que el amor verdadero, que yo tengo, no es el que profeso con los labios, ni siquiera el que puedo guardar en el sentimiento, El amor auténtico consiste en que soy verdaderamente amado.
Al final de la jornada, la lectura del texto de la vocación de Mateo asegura la misión de Jesús: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Desde esta declaración, quedé serenado en la respuesta, porque si es así, la verdad de mi amor y de mi amistad de discípulo de Jesús es la que Él me declara, y yo aunque un tanto pudoroso, acojo y celebro.
¡Qué experiencia tan hermosa, la de acompañar a quince sacerdotes por los caminos del Evangelio, siendo mediación para gozar juntos del privilegio inmerecido de la amistad del Nazareno!