Firmes en la fe, reflexiones sobre Benedicto XVI

El Pontífice nos recordó desde su primera encíclica la dimensión relacional que supone el conocimiento de Dios

JMJ 2011 Madrid

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Señor ha querido que despidiésemos en la Iglesia el convulso año 2022 con el tradicional Te deum mientras se velaba el cuerpo inerte de nuestro Papa emérito Benedicto XVI en el monasterio Mater Ecclesiae, su residencia vaticana. Esta oración de alabanza que la Iglesia entona cada 31 de diciembre se ampliaba más allá del año que concluía en esta ocasión para dar gracias al Señor por lo bueno que ha sido con sus hijos regalándonos un pontífice que tanto bien ha hecho, no solo a los cristianos sino a toda la Humanidad.

Muchas son las palabras que retenemos en nuestra mente y en nuestro corazón de este “humilde doctor” que con su sabiduría ha vuelto a fundamentar los pilares de nuestra fe con sus encíclicas, exhortaciones, homilías y discursos. Todas ellas ya han sido convenientemente analizadas y comentadas por autores que nos han ayudado a valorar, aún más si cabe, la solidez de sus enseñanzas.

Al contrario de lo que se puede pensar cuando hablamos de una doctrina que fundamenta nuestra fe, Benedicto XVI nos recordó desde su primera encíclica la dimensión relacional que supone el conocimiento de Dios. Así lo expresaba en su homilía en la Eucaristía que clausuraba la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Madrid en agosto de 2011: “La fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios (…) Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él”. Continuaba el Santo Padre: “La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad”. El conocimiento de su Misterio parte de una adhesión a su Persona, que nos da la gracia de adentrarnos cada vez más a su vida íntima con el Padre en el Espíritu Santo.

Bajo el lema “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”, el pontífice definía en Cuatro Vientos el núcleo de su ministerio petrino ante dos millones de jóvenes congregados en el aeródromo madrileño: “Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida”.

El Sucesor de Pedro tiene la misión de confirmar nuestra fe para que caminemos en comunión con la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. Esta confirmación encuentra, así lo ha subrayado este “Papa intelectual”, su raíz en un encuentro personal con Cristo, verdadero acontecimiento que transforma y da sentido a la vida de todo ser humano, en cualquier etapa de la historia personal en que se encuentre. Así lo explicaba a los jóvenes: “El Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre”.

Encomendamos el alma de nuestro Papa emérito que pasará a la historia de la Iglesia por compartir con todos nosotros, con verdadera humildad, el don de sabiduría que le concedió el Espíritu Santo, y que tanto nos ha ayudado a enamorarnos más de Jesucristo.

Ahora, Señor, según tu promesa, deja a tu siervo, el Papa Benedicto XVI, descansar en paz.

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