Fran: un arcángel de Dios, por José Moreno Losada
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Fran: un arcángel de Dios, por José Moreno Losada
Entre los quehaceres matutinos, anoche se coló celebrar la Eucaristía con la comunidad de religiosas de una casa de ejercicios en el poblado de Gévora (Badajoz). Tras la primera clase en la facultad, me dirijo hacia allí, pensando que voy a celebrar con estas hermanas y cuatro ejercitantes que están estos días en silencio y oración en la casa. Es un espacio de fraternidad agradable. Al llegar, me encuentro con los ornamentos litúrgicos de color blanco por la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel -nombres muy familiares para mí-.
Las lecturas nos invitan a entrar en la dinámica teológica y mística de la presencia de los ángeles, que suben y bajan. Recuerdo ese sentido transcendente de la gracia de Dios que nos llega a través de esos brazos angélicos que se hacen sanantes, fuerza y anuncio de alegría en la vida de los hombres, en las propias y las ajenas. Esos ángeles, fruto de la gratuidad divina, que se hacen presentes en tantas personas que suben y bajan en nuestras vidas. Todos aquellos que han sido bálsamo, alivio, curación en nuestro dolor vital, los que nos han dado fuerza cuando nos veíamos débiles, indecisos, miedosos, los que nos han alegrado cuando nos tocaba la tristeza, el desánimo o la desilusión. Nosotros mismos nos hemos visto muchas veces habitados por esa gracia y hemos visto cómo otros han sido sanados, fortalecidos o bendecíos en nuestras pobres personas, y hemos sido ángeles para ellos. Todo un misterio del amor del Dios que nos protege, nos cuida, nos mima, nos ilumina y nos lanza a lo mejor de nosotros mismos y de los demás.
En la oración de los fieles, Susana, una hermana religiosa, ha pedido por Fran: un joven que ayer la llamó por teléfono desde Madrid con un deseo especial. Hacía tiempo que no hablaban, pero ahora una amiga suya, que está en etapa terminal de su enfermedad, cercana a la muerte, le ha pedido que la acerque a Dios. Y él necesita que Dios le dé ese poder de curar ante la muerte, de fortalecer ante el último suspiro y de alegrar un momento de transformación vivido en la experiencia de una muerte en la juventud. Al Padre de la vida, por el Cristo de la cruz resucitado, le hemos pedido que le envíe su Espíritu a Fran y a su amiga para que él sea un arcángel para ella, y ella en él reciba la gracia, el consuelo, la paz, la salud y el amor de Dios.
Después de la Eucaristía, hemos podido profundizar en este hecho de muerte-vida, que me ha iluminado radicalmente la fiesta de hoy. Fran es un joven de lo más normal, de aquellos que raramente piensas que sea místico y tenga una vida interior cuidada, al ver su aspecto externo tan descuidado, con sus pelos largos, su vestimenta informal, etc. Susana lo descubrió porque lo veía orar alguna vez. A partir de ahí, se estableció un conocimiento y una relación en clave de compartir espiritual. Fran, desde su experiencia interior, se manifiesta claramente como creyente en los medios que se mueve, los cuales no suelen ser de costumbres religiosas, sino más bien alejados.
Ahora ha llamado, tras años, a Susana porque se encuentra en una encrucijada que le parece difícil y en la que quiere ser fiel a fondo, tanto ante Dios como ante su amiga. Sí, una de su amigas tras un proceso de enfermedad duro, se encuentra en las puertas de la muerte, le dicen que cuenta con unos tres meses de vida, que posiblemente no llegue a Navidad. Ante lo que le viene encima, ella reflexiona y ve que puede tomar una de estas posturas: desesperarse y aceptar lo inaceptable dejándose morir, rebelarse y no aceptarlo, o acogerse a la posibilidad de una esperanza ante dicha muerte, abrirse a la posibilidad de una puerta abierta en la oscuridad de la noche, esperando a que amanezca para ver que es verdad, que hay luz en la noche y que por eso se desea y siente una sed de vida profunda.
Ella decide buscar en la tercera opción, le pide a Fran que sea su arcángel en este tránsito, que le ayude a acercarse a Dios, a vivir su muerte agarrándose al Dios de la vida. Ante esta llamada, Fran siente que Dios lo envía, y se ve con temor y temblor ante este oficio de arcángel, portador de la fuerza, la vida, la gracia de Dios para otro. No sabe cómo hacerlo y pide que roguemos a Dios para que sepa estar disponible para este oficio sagrado que su amiga le ha puesto en sus manos. Ayudarle a morir en los brazos y en el corazón del Padre. Susana le ha sugerido algo sencillo: que en los momentos que comparta con ella, le hable de lo que él ha ido sintiendo de Dios en su vida. Le ha pedido que repase sus escritos, sus notas de vida interior, los sentimientos de Dios en su alma y que se los cuente. Que le hable, desde el corazón, a la amiga del Amigo, de cómo Dios sana, acompaña, bendice, compadece, defiende, abraza, perdona, libera, alegra, enciende, se da, muere, resucita? y que, en la medida que pueda su propia mirada y su caricia, sea como ha sido la de Dios para él, para que ella pueda hacer su tránsito en la serenidad de una mirada amorosa y de una caricia suave, serena y esperanzada.
Yo me silencio en el día de hoy y rezo desde los arcángeles, pero me permito la licencia de unir a Miguel, Rafael y Gabriel, a este anónimo, Fran, que hoy estará con su amiga haciendo el oficio divino de ser arcángel para ayudarle a abrir la puerta en la noche que lleva a la luz de la mañana: una luz que sólo se atisba y, para ella, se refleja ?porque Dios así lo ha querido- en la mirada y en la caricia de Fran, que no sabe cómo hablarle de Dios pero quiere hacerlo con toda su alma y con todo su ser.
José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz