El grito de una huella silenciosa, por José Moreno Losada

El grito de una huella silenciosa, por José Moreno Losada

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El grito de una huella silenciosa, por José Moreno Losada

"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo, Jesús"

Celebración capicúa

Ayer parecía capicúa en una celebración homenaje emocionante en Olivenza. En el día litúrgico del Sagrado Corazón de Jesús, en las escuelas parroquiales del Sagrado Corazón de Jesús ("La Farrapa"), se despedía la comunidad religiosa del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús, que durante más de cuarenta años han estado sirviendo y amando, desde este proyecto escolar, en el corazón de ese barrio y ese pueblo. Tuve la suerte de compartir camino durante tres años, de los primeros, de mi ministerio con algunas de estas religiosas en Olivenza y en el colegio, y estaba allí por agradecimiento profundo.

De la anécdota a la categoría

Fue una anécdota lo que dio origen a esta categoría, Don José, el cura fundador de este proyecto, en uno de sus múltiples viajes al encontrarse con una religiosa le zampó que él estaba buscando una comunidad para su colegio y ella le habló de que su congregación tenía intención de trabajar en el sur de España. Desde ese momento el Espíritu actuó sobremanera y privilegió a Olivenza y a este proyecto con un regalo de infinitud y de eternidad, regalando vidas que han portado un tesoro que siendo pobre ha generado una riqueza incalculable, que siendo "esclavas" (obedientes) han liberado y propiciado autonomía en miles de personas, y que siendo vírgenes han ejercido una maternidad y han creado una familiaridad en el centro, en el barrio, en el pueblo, en la comarca?que nunca acabará porque sus nombres, no hay duda, de que están inscritos ya para siempre en el corazón del Padre.

Se van en silencio

Vinieron como se van, en puro silencio y sencillez. Ahora las que se marchan son Carmeli, Carmen, Venancia, Romualda, para han ido pasando muchas otras: María Teresa (ya en el cielo), Socorro, María Josefa, Juana, Nieves, Jesusa? Han sido generosidad, maternidad, cuidado, libertad, en lo sencillo y en lo callado. No han trabajado nunca para ellas, siempre han sido para los otros: Guardería, Escuela hogar, Colegio, Pastoral parroquial, asociaciones del pueblo, talleres, barrio, fiestas, trabajo con jóvenes, atención a familias, enfermos, educadores? todo en silencio. Nada ha sido suyo, pero ellas han sido de todos y del proyecto por el que daban la vida. No se han buscado, han salido a buscar y a querer, especialmente a los que estaban perdidos.

La huella sacramental de una presencia real e imborrable

Ayer no era de despedida, el ambiente hablaba de otra cosa. Se celebraba la huella, una mirada al camino y se observaban en símbolos de pequeños corazones rojos que adornaban el templo los pasos silenciosos, callados y diarios de estas mujeres enamoradas del Reino de Dios, y por ello de toda la humanidad en el ser de Olivenza. Todas esas huellas que están en miles de personas, que han marcado con un sentir y un querer propio de la humanidad del evangelio, de los sentimientos de Cristo. Ellas se van pero su huella sacramental queda en todos los que han pasado por este proyecto amado: alumnos, profesores, padres y madres, sacerdotes, trabajadores, catequistas, vecinos, pobres y enfermos?una lista innumerable. Por eso, aunque irán a otros destinos, se quedan como sacramento en la vida y en la historia de un pueblo. No hay duda de que queda un eco imborrable del grito de una huella silenciosa, que se ha marcado durante cuatro décadas y que ayer se ofrecía gratuitamente, como quiénes no habían hecho nada. Lo dejaron todo para venir y aquí lo dejan todo, amado y querido, para volver y seguir amando a otros. Gracias por la entrega y la generosidad de vuestra vida religiosa, habéis sido fieles al apostolado del Corazón de Jesús, habéis pasado, en silencio, haciendo el bien y curando a todos los que encontrasteis en el camino de la vida. Esto ya es eterno, no os vais os quedáis en el sacramento de una huella silenciosa pero eterna.

José Moreno Losada