Heraldo y precursor, por José-Román Flecha Andrés en Diario de León

Heraldo y precursor, por José-Román Flecha Andrés en Diario de León

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Heraldo y precursor, por José-Román Flecha Andrés en Diario de León, 22 de junio de 2019

El día 24 de junio se celebra el nacimiento de san Juan Bautista. Su figura ha sorprendido siempre a los discípulos de Jesús. Parece que en los primeros tiempos del cristianismo algunos hermanos lo tenían en una estima excesiva. Tanto que los textos evangélicos insisten en afirmar que el Mesías esperado no es Juan sino Jesús.

El evangelio según san Lucas nos traslada hoy a las montañas de Judea. Nos sumergimos en la dulzura del paisaje de Ain Karim y recordamos el nacimiento de Juan.

A los ocho días de su nacimiento, tiene lugar una simpática discusión familiar sobre el nombre que se ha de imponer al niño. Aparentemente es una discusión como tantas otras que tienen lugar en torno al nacimiento de un bebé.

Pero algo nos llama la atención, ya desde el punto de vista social. Hasta hace muy poco tiempo, muchas familias imponían al niño el nombre de alguno de sus parientes. El nombre parecía marcar su identidad. De alguna forma, se intentaba que el recién llegado encarnase la imagen y los valores de su antepasado.

Para el niño de Isabel, los vecinos y familiares habían soñado ya un futuro calcado sobre el pasado inmediato. Habría de llamarse Zacarías, como su padre. Seguramente muchos esperaban que también él fuera sacerdote del templo de Jerusalén. Y que llegase a una pacífica y serena ancianidad en la placidez de aquel paisaje.

Pero Dios le impone el nombre de Juan que significa "Dios ha concedido favor". Es evidente que Dios le confía una misión única. Juan no ha de mirar al pasado sino al futuro. No ha de servir en el santuario antiguo. Ha de preparar el camino al Santo de Dios. Pero no envejecerá en paz. Será condenado a muerte por su fidelidad a la Ley del Señor.

El relato evangélico recoge el asombro de las gentes y los comentarios que se repiten por aquellas colinas de Judea.

Juan Bautista no era la luz, pero ya desde su nacimiento estaba llamado a preparar el camino del Mesías. Siempre dio prueba de una profunda humildad. Públicamente reconocía la superioridad del que venía detrás de él. Juan no se consideraba digno de desatar las sandalias de aquel al que presentaba como el Cordero de Dios. Él era el heraldo y el precursor. Nada más y nada menos.

José-Román Flecha Andrés

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