Laudato si' y Día de la Biodiversidad (22-5-2015), por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
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Laudato si' y Día de la Biodiversidad (22-5-2015), por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
Hay en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid una exposición que se llama TOP TEN 2015 y que presenta las diez especies descubiertas que a la gente más le han gustado. Sí, es que todos los años se descubren unas 18.000 especies nuevas a las que el hombre da nombre. Esta es la riqueza de la biodiversidad. El Papa Francisco se ha referido a ella en su nueva encíclica.
La desaparición de especies es un drama que agrava la deuda intergeneracional que cobramos con nuestros descendientes en esta vorágine consumista que el paradigma de la tecnocracia está produciendo. La llamada a una ecología humana que nos impida globalizar la indiferencia hacia los más necesitados, y que nos posibilite salir del atontamiento que generan las nuevas tecnologías mal utilizadas, son temas de los que la nueva encíclica trata. La educación es sin duda una herramienta, y a los cristianos nos compete además aportar el anuncio del Evangelio ya que posee poder transformador. Al centro de esta renovación la Eucaristía, en la que dice el Papa que se expresa el AMOR CÓSMICO que Dios tiene a la Creación en su hijo Jesucristo que viene a vivir en nosotros, a realizar la encarnación, que expresa cómo para el creyente la materia no es rechazada sino asumida por el Creador que la confiere así un nuevo sentido.
La lectura de la encíclica sitúa como males de nuestro tiempo la pérdida de biodiversidad que, junto con el calentamiento global y la carestía de agua, indican que las cosas no van bien, y que creer en el mito del progreso es erróneo, ya que es muy reciente lo que los totalitarismos del siglo XX han producido: millones y millones de muertos esta vez en nombre del materialismo y el ateísmo que supuestamente iba a ser la salvación de la humanidad.
En ese TODO CONECTADO del que habla la encíclica, se propone renovar nuestra relación con el entorno y entre nosotros, y con uno mismo, para poder contemplar el Misterio y salir del vivir para nosotros mismos, del usar y tirar que no os hace felices. En la encíclica se invita al diálogo entre las religiones y la ciencia, para que las ciencias dialoguen entre sí y no se impongan las ideologías. La encíclica es buna muestra de que ciencia y fe son complementarias: la ciencia presenta realidades analizables con la fe, y este análisis da como resultado la necesidad del amor redentor de Cristo.