Nazaret
Madrid - Publicado el - Actualizado
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No quiero describir, a mi manera,
tu rostro de mujer nazaritana.
Ni proyectar en ti mi limitada
comprensión de aquello que es misterio.
Prefiero hacer obsequio de silencio,
quedar quieto a la puerta de tu casa,
por si deseas compartir conmigo
aquel secreto que te hizo madre.
Mas ¿por qué esperar? Lo reconozco.
¿Por qué imaginar lo que es del cielo?
Es mejor repetir tu humilde gesto
y que en mi suceda el querer divino.
No quiero pretender grandezas vanas.
Ni sentir emociones subjetivas.
Aquí estoy por ti y por aquello
que concede sentido a mi existencia.
Quisiera prometer y hacer ofrenda,
mas siento que es mejor abandonarse.
Sea, Señora, lo que a ti te plazca,
pero no olvides mi naturaleza.
Déjame que me quede arrodillado,
al tiempo de rendir mi cuerpo herido,
mas por tu maternidad soy sacramento
a pesar de la percepción tangible.
Déjame balbucear el deseo
de querer ser reflejo de tu rostro.
Renuncio a proyectar de ti la imagen,
pues eres más real que mi diseño.
Mas viva es tu mirada en mi interior,
que si tuviera gracias especiales.
Ha sido privilegio estar sin tiempo
A solas ante tu casa, Nazarena.
Y cuando quise presentar ofrenda,
me quedé regalado, satisfecho.
Por no quedar después incoherente,
opté mejor por rendir el pensamiento.