El Papa Francisco en Estados Unidos: profeta y testigo de fraternidad universal ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El Papa Francisco en Estados Unidos: profeta y testigo de fraternidad universal
No creemos exagerar en absoluto si afirmamos que la visita apostólica de Francisco a Estados Unidos de América ha sido, y con mucho, la más importante y de mayor calado de todas las que ha realizado hasta ahora (ya diez viajes internacionales, con 16 países visitados). Baste indicar para darnos cuenta de la envergadura de este periplo que, por ejemplo, si ecclesia hubiera de publicar toda la documentación generada en un mismo y único número serían unas 35 las páginas que ocuparía. Y lo mismo podríamos decir de su trascendencia y dimensión y eco de difusión y expansión. Con su visita a Estados Unidos, el Papa no solo ha estado en esta gran y primera nación, sino también en todo el mundo. Ha sido un viaje global, universal, que ha confirmado el creciente e indiscutible liderazgo moral de Francisco.
¿Cómo, pues, sintetizar ahora en una página escasa este viaje? En primer lugar, pensamos que no es ninguna obviedad el reformularnos la más elemental de las preguntas: ¿A qué ha ido el Papa a Estados Unidos? Ha ido a evangelizar, a sembrar, a seguir sembrando evangelio, y a hacerlo a manos llenas, con alma, vida y corazón, derrochando todas sus fuerzas y energías. Francisco ha priorizado también en este viaje lo que es la espina dorsal de su ministerio, la exhortación apostólica Evangelii gaudium.
Desde ella, desde el alma del Concilio Vaticano II, desde el Evangelio de Jesucristo, Francisco ha mirado a la sociedad y la Iglesia estadounidense con amor y con interpelación, ha confrontado sus luces y sus sombras y ha realizado una extraordinaria siembra de profecía y de testimonio de la fraternidad universal. Porque esta, la fraternidad universal desde la filiación, es el deseo de Dios, el "sueño" de Dios, un "sueño" que no es imposible, que no es una utopía, sino un deber moral para los cristianos y las personas de buena voluntad plasmarlo día a día. Un "sueño" el de Dios, que no "sueña" solo, sino que busca hacerlo con nosotros, con la entera familia humana y el ambiente, el don de la creación ?la Laudato si' ha sido otra de las guías maestras del viaje-, que a todos nos acoge como prolongación de la omnipotencia y misericordia del Creador, del Dios del amor.
La profecía de Francisco en Estados Unidos de América es un vigoroso, humilde y a la vez potente anuncio, pues, del Evangelio. Una profecía para despertar la conciencia moral del hombre, pues es desde ella ?no desde las estructuras, los planteamientos teóricos o el "nominalismo declaracionista" y tranquilizador de conciencias- desde donde solo será posible esta bienaventuranza del plan de Dios sobre la creación y la humanidad enteras. "Todos somos responsables de todos" dice y repite Francisco y por ello no sirven ni son dignas del ser humano y de la creación ni la vigente y creciente cultura del descarte, ni el idolatrizado consumismo y culto al dinero, ni el individualismo y el indiferentismo que obnubilan la fraternidad, la sensibilidad, la "projimidad".
Desde estas claves, todas ellas nacidas e irrigadas de evangelio, de puro evangelio, Francisco, "hijo de emigrantes" como se presentó en Washington, ha vuelto a denunciar la exclusión. En sus históricos y memorables discursos en el Capitolio y en el Palacio de Cristal, ha ido enumerando uno por uno los rostros de los excluidos, que, además, no son nombres, ni palabras, ni números, sino personas ?hijos del mismo Dios y hermanos nuestros, de los "incluidos"-, con nuestros mismos derechos, aspiraciones, sueños y anhelos. Francisco es, sí, el Papa de los excluidos y del pueblo. Es voz de los sin voz, una voz que ha resonado en este viaje en los foros más importantes y decisivos de la humanidad.
Nuestro mundo necesita a Dios, no puede vivir como si Dios no existiera. El derroche de la creación, de la ecología integral, comienza -recordó Francisco con palabras de Benedicto XVI- donde ya no reconocemos a Dios, "sino que solo nos vemos a nosotros mismos". "Por eso, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen ?apostilló- el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana".
¿No es una audacia providencial, una impagable profecía, recordar y testimoniar todo esto como lo hace Francisco cada día, cada momento, con cada gesto, con cada palabra?