Para ser constructores de la paz ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Ya lo adelantábamos la pasada semana. Bajo el hilo conductor de la apelación evangélica a los artífices, a los constructores de la paz, el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2013 (1 de enero) desborda el marco monográfico propio de anteriores mensajes. Es casi una encíclica o, al menos, embrión de ella. Es todo un tratado de teología y de filosofía de la paz, desde la razón y la fe. El cincuentenario del comienzo del Concilio Vaticano II y de la encíclica de Juan XXIII Pacem in terris y la celebración del Año de la Fe son contextos también presentes en el espléndido mensaje de Benedicto XVI, que publicamos íntegramente en las páginas 36 a 40.
Benedicto XVI parte de una convicción, ya señalada por Pablo VI: la paz es posible. "El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios". La paz es necesaria e incuestionable. La paz es la vida plena y lo ha de ser para todo hombre. La paz no es mera utopía, sino el cumplimiento, ya en este mundo de "una promesa dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor", y de una tarea a la que está llamada toda persona y toda comunidad. Y puntualiza el Santo Padre que los principios enumerados en su mensaje "no son verdades de fe, sino que "están inscritos en la misma naturaleza humana, son cognoscibles por la razón y por lo tanto son comunes a toda la humanidad".
A partir de ahí, el mensaje señala, como condición previa para la paz, y para la realización del bien común, que en cualquier caso es "don mesiánico y obra humana" (humanismo abierto a la trascendencia), "el desmantelamiento de la dictadura del relativismo y del presupuesto de una moral totalmente autónoma" que cierra las puertas al reconocimiento de una ley moral natural.
Desde estas premisas se definen los auténticos artífices de la paz: quienes aman, defienden y promueven la vida en su integridad frente a delitos como el aborto o la eutanasia. Importante para la paz es el reconocimiento del principio de la "objeción de conciencia" respecto a leyes que atentan contra la dignidad de la vida humana.
Otros principios constructores de la paz son el respeto al derecho a la libertad religiosa de personas y comunidades; una recta visión del matrimonio, del único matrimonio, que es el que se da entre un hombre y una mujer; el respeto a la función social del Estado frente al liberalismo radical y a la tecnocracia; el derecho al trabajo y a la búsqueda de su acceso; la construcción de un nuevo modelo de desarrollo y de economía orientado al bien común, frente a una "óptica individualista", mediante una ética monetaria, financiera y comercial "que no cause daño a los más pobres", y atienda igualmente la crisis alimenticia, "mucho más grave que la financiera".
A través de la familia y de las instituciones se debe crear y educar en una cultura de la paz, promoviendo una "pedagogía de la paz" que enseñe a los hombres a "vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia", una pedagogía de la paz que implica "acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia". Una pedagogía de la paz que supone también la difusión de una pedagogía del perdón, que aunque conlleva un lento y laborioso trabajo, trae y produce "una evolución espiritual, una educación a los más altos valores, una visión nueva de la historia humana". Porque "el mal, en efecto, se vence con el bien, y la justicia se busca imitando a Dios Padre que ama a todos sus hijos".
La actual crisis económica que tanto golpea a Occidente, singularmente a Europa, es asimismo considerada en el mensaje papal. Benedicto XVI llama, en la línea ya establecida en su encíclica Caritas in veritate y a lo largo de toda la historia de la Doctrina de la Doctrina Social de la Iglesia, a hacer de la crisis una oportunidad, una ocasión de discernimiento y de un nuevo modelo económico. Para construir la paz es necesaria ?viene a decir el Santo Padre- una economía y un trabajo dignos del hombre y de su verdad. Y esta economía y este trabajos dignos del hombre solo serán posibles teniendo a Dios como referencia y rechazando los "falsos ídolos", causantes auténticos de la actual crisis.