Madrid - Publicado el
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El desprendimiento de las cosas materiales siempre ha estado presente en la vida de los Santos. En esta jornada recordamos a San Carlos Borromeo. Su vida siempre fue sencilla. Nacido en Arona (Italia), el año 1538, cursa estudios de Derecho. Cuando muere su padre algunos le sugieren que se dedique al tema familiar.
Pero él ya ha decidido entrar en la senda de la vida consagrada. Tras terminar la carrera, su tío, el Papa Pío IV, le nombra Cardenal, al tiempo que le encomienda diversos temas del Papado. Posteriormente, la Providencia se fijará en él para ser Obispo de Milán. Entregado a su grey por completo, fue un gran Pastor, desbordando bondad por donde iba.
También mostraba un gran celo por todos los fieles encomendados a su cuidado pastoral y espiritual. En su escudo, sólo figuraba la palabra humildad, algo que siempre se hizo realidad en él, hasta el punto de ser llamado “el padre de los pobres”, al tiempo que profundizó siempre en las palabras de Cristo que dicen: “El que pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la encontrará”.
Siempre se mostraba cercano y muy acogedor con los necesitados, y muy exigente consigo mismos, además de muy severo en sus prácticas de piedad y sus disciplinas. Uno de sus postulados es que a un Apóstol de Cristo deben sobrarle trabajos que hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Cuidador hasta el extremo de sus sacerdotes, convocó diversos sínodos y puso en marcha abundantes reformas destinadas a poner en práctica la revitalización del Concilio de Trento. También confortó a muchas gentes al surgir una peste que causó entre sus diocesanos. De esta forma, su Diócesis tuvo un incremento de la vida de Fe. San Carlos Borromeo muere en el año 1584.