Un 'Sí' para vivir en plenitud
Mario Alcudia reflexiona sobre la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que fue instituida en 1997 por el Papa San Juan Pablo II
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Estamos celebrando una semana en la que la vida religiosa está teniendo gran protagonismo. Ayer celebrábamos su Jornada Mundial. Con este motivo Roma acoge hasta el domingo una semana dedicada a ella con ponentes de primer nivel, que preparan además ya el Jubileo de 2025. Este sábado se ha reflexionado sobre el tema ‘Con la fuerza de la fe’ y acabarán mañana hablando de la importancia y necesidad de testimoniar la esperanza. El cardenal Braz de Aviz se refería esta semana a la necesidad de caminar juntos todos los que conforman la vida religiosa.
En el marco de esta Jornada, el Papa presidía ayer la celebración de la fiesta de la Presentación del Señor y, además en la víspera, el jueves el arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo, presidía la “Vigilia de la Luz” con todos los religiosos españoles que viven o estudian en Roma
Entre algunas de las iniciativas que se celebran estos días, ya aquí en España, quiero además contarte la que se va a hacer esta tarde en Madrid, denominada ‘Luces en la Ciudad’ en la que los jóvenes están convocados a participar en las ocho vicarías en las visitas a las casas de las diversas congregaciones que han decidido abrir sus puertas para compartir con ellos su testimonio de vida y su estilo de vida, también tener un rato de oración, conociendo así el don que suponen los diversos carismas.
Y es que no hay nada mejor que el ejemplo, el cara a cara para que los chavales descubran en primera persona, de una forma sencilla, la belleza de la vida consagrada, para algunos en muchos casos desconocida. Que puedan conocer de primera mano este modo de vivir que contrasta con la lógica del mundo; esa respuesta a Dios total y definitiva.
La de la vida consagrada constituye una respuesta a Dios total y definitiva, incondicional y apasionada; un modo de vivir, de ser, que contrasta con la lógica del mundo.
‘Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad’ dice el lema de la Jornada este año que implica, como se nos recuerda, un compromiso profético para una Iglesia sinodal en misión. Porque cada persona consagrada recibe el amor y la llamada del Señor. Su respuesta de amor y disponibilidad es, a la vez, individual y comunitaria, huyendo de caprichos personales. Pero que, a pesar de las renuncias, es una vida en plenitud que supone esa armónica sinfonía del Amor del Señor. Así es el ejemplo, el testimonio de los consagrados a la Iglesia que guiados por la certeza humilde de quien ha sido encontrado, alcanzado y transformado por Cristo, no cesan de proclamar a través del carisma de sus congregaciones. Sus vidas, como podemos constatar, son un auténtico regalo para la Iglesia.