Perdón

Perdón

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La Iglesia hace bien en demostrar que el perdón es necesario. Es una seña de identidad de todo cristiano pedir perdón de manera sincera e intentar no caer de nuevo en ese error que pudo dañar a otra persona. El perdón es necesario en el día a día para cualquier relación, bien sea de pareja, familiar, entre amigos o compañeros de trabajo incluso entre desconocidos para una sana convivencia. El perdón sana, ayuda a seguir y restablece la confianza.

Días atrás salía a la palestra una carta enviada desde Roma a Ciudad de México con motivo del aniversario de su independencia. En ella, el Santo Padre decía textualmente:

Para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos.

Hacer una relectura del pasado puede ser peligroso si nos quedamos en su definición primaria de pensar desde nuestra perspectiva de 2021 cómo debería hacer sido el año 1500, con cinco siglos de diferencia. Pero el Papa no habla desde esa perspectiva; apela a evocar ese pasado para aprender de ellos, algo lógico en cualquier ámbito de la vida en donde haya una brecha de más de quinientos años de diferencia. En aquella época era normal o al menos se entendía lo que hoy nos puede parecer una aberración. Del mismo modo que lo que hoy es aceptado comúnmente, dentro de trescientos años puede ser visto como un auténtico disparate. No sería justo que nos juzgasen ni que nuestros tataranietos pidiesen perdón pero sí que aprendan para no repetir lo que hay hacemos con nuestro beneplácito. Por lo tanto, ni podemos cambiar la Historia ni tampoco debemos hacer juicios de ella. Sí en cambio aprender de esos errores. ¿Expulsar a Colón de nuestras calles y plazas? ¿Denostar a la reina Isabel o al rey Fernando? ¿Derrumbar estatuas de Fray Junípero o de Fray Francisco de Vitoria? ¿Condenar a España y a la Iglesia? Aquí está el error, al que personas y entidades muy conocidas contribuyen para colocarnos en trincheras y alejarnos de la verdad. ¿Quiénes somos nosotros para sentenciar lo que nuestros semejantes hicieron hace cientos de años? ¿Por qué sólo juzgar eso y no otras atropelías mucho más cercanas en el tiempo y con auténticos genocidios de por medio?

Otro día podremos hablar de la conquista, también de las que protagonizaron los aztecas con otras culturas previas a ellos o los sacrificios diarios de cientos de personas impunemente. O de cómo los indigenas fueron protegidos por la Iglesia y por la Corona ante los abusos que algunos cometieron. O lo que España y Portugal levantaron en aquel continente y que ha llegado hasta nuestros días. Pero hoy solo quiero hablar del perdón. De que pedir perdón, tal y como defiende la Iglesia, es una manera muy efectiva de no volver a caer en la misma piedra. Y también denunciar lo manipulado que puede llegar a estar todo con tal de remar para casa intencionadamente con el ánimo de falsear todo a mi antojo. De lo peligroso que puede ser, en esta época llena de populismo, hablar con el corazón. De lo altamente censor que está siendo este tiempo y de la intentona de ciertos sectores por crear nuevos odios a raíz de episodios históricos manipulados. Revisar la historia desde el presente a nuestro libre albedrío y juzgando es una cosa y pedir perdón por algunas actitudes alejadas de lo propio para no caer en la misma piedra es otra muy distinta.