Lo que tú verías en mis ojos (Un año de tu ausencia)
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Lo que tú verías en mis ojos (Un año de tu ausencia)
Querida madre:
Recuerdo cuando, al llegar a casa, tu mirada se encontraba con la mía, te centrabas en mis ojos de un modo silencioso e, inmediatamente, aplicabas tu clave de interpretación que nunca fallaba. Sabías interpretar mi alegría, preocupación, inquietud, miedo, rabia, fracaso, esperanza, agradecimiento, cansancio? nada se escapaba a tu mirada entrañable. Tú sabías que nadie me conocía como tú, y es que para nadie era tan único como para ti.
Ahora, cuando llego a casa, traigo la mirada pero la tengo que guardar para mí mismo, ya no tengo otros ojos que, mirándome desde el corazón materno, desentrañen mis sentimientos. Ahora siento tu ausencia y mi soledad. Ya me lo decías y me lo avisabas tú, que no te querías ir porque imaginabas mi llegada y me sentías muy solo, no querías que estuviera solo. La verdad que sí lo estoy, pero también es verdad que sigo todos tus consejos preparatorios y nunca me faltan ni la fe ni el cariño de mucha gente que me rodea.
Incluso, madre, puedo interpretar la soledad como descanso, contemplación y profundización. Ya sabías que no me quedaba solo, me lo decías cada vez que terminaba una reunión en casa, que asistías a algún evento comunitario con los jóvenes y adultos de la parroquia o los movimientos, y me remitías a la familia -especialmente a los hermanos-. No hay duda de que están totalmente conmigo y que no me falta nada de ellos? sólo me faltas tú.
Te puedo decir que las cosas van bien; todas aquellas que te preocupaban porque a mí me preocupaban están muy tranquilas. Lo de aquellos papeles que, a veces, llenaban la mesa en la noche, ya ha acabado en ese título que tú no entendías de la tesis doctoral, y que me decías que ya estaba bien tanto estudiar, que me quedara tranquilo.
Con los hermanos te puedo decir que la buena herencia que nos has dejado es la ternura con la que nos podemos mirar y querer, estamos disponibles y nos gusta juntarnos. Siempre que nos encontramos, volvemos a ti y lo hacemos con agrado, alegría, agradecimiento, fiesta, tampoco faltan las lágrimas y el dolorcillo de sentir que no estás con nosotros, y nos sentimos huérfanos de tu mirada y hasta de tu debilidad. El reparto de los bienes entre nosotros, si lo hubieras visto, te hubiera llenado el alma de satisfacción. La casa la han dejado en mis manos, a ver si soy capaz de ponerla bien para que podamos disfrutarla todos. Todavía no he dado tus sábanas bordadas a las nietas, pero sé que tengo que hacerlo?
Los demás de la familia avanzan en sus cuidados: Maxi ha comenzado a trabajar, Sara ha encontrado un trabajo, Ana Belén continua con su niños en el cole y hay un novio que cae bien a la familia ?a ti te gustaría, aunque no sé si te parecería guapo-, Lydia te recuerda y ya ha terminado Educación Infantil, y la noticia bomba es que tu nieto Héctor Gabriel y Estela están esperando familia (ellos piensan que tú les estás ayudando desde el cielo). Gabriel ya está jubilado, y no nos dice cuánto cobra cada mes, pero ha debido escapar bien porque no se queja. Las cuñadas, cada una con su tarea, y sí, me llevo bien con ellas como me aconsejabas diciéndome que son las que tengo y tenía que llevarme lo mejor posible. Tus amigas siempre me paran, me cuentan, te recuerdan, lloran y se ríen al mismo tiempo con tus cosas y carácter cariñoso y cercano. Hasta el nuevo obispo me preguntó por ti y por nuestra relación, me emocioné y lloré al contárselo? él lo anotó en su agenda para celebrar la Eucaristía ese día, recordándote a ti.
Ahora ?el día 22-, hace un año que te marchaste silenciosamente, y no hay día que nos estés en nuestro corazón y en nuestra alma. Nos transmitiste la fe y la esperanza, y por eso sentimos que estás muy cerca de nosotros y que nos estás ayudando desde el cielo un montón. Sabemos que nos volveremos a encontrar en el abrazo celestial y lo deseamos. Cuídanos y ayúdanos a vivir con sentido como tú lo hiciste, que nunca nos falten la fe, la esperanza, el buen ánimo y el carácter abierto y cariñoso.
Seguimos mirando al atardecer y te vemos en el rojizo del cielo donde nos envías tanta paz y serenidad. Yo me quedo fijo mirando al horizonte y al sol que se esconde, sintiendo que, desde ahí, tú me miras fijamente a los ojos, me interpretas los míos y me sigues acariciando para seguir hacia adelante. En tu aniversario nos juntaremos y volveremos a celebrarte, sabiendo que ya eres celestial, porque fuiste, eres y siempre serás una madre divina.
José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz